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Acervo de Poetas Chiapanecos: Josué Palomeque Bello

Josué Palomeque

(Suchiate, Chiapas, México, 1985). Estudió ingeniería civil en el Instituto Politécnico Nacional; Fotógrafo Diletante, Con formación técnica en el taller Central de Fotografía del IPN; también participó en el taller de «Retratos», impartido por Salvador Carmona (Embajador Canon). Parte de su obra gráfica se encuentra en el acervo del IPN.Su obra ha sido publicada en la edición virtual de la UTCV de la ESIA-UZ del IPN,  Lágrimas de aquel que cayó vencido a los pies de San Jorge y expiró sin pronunciar su nombre (Montevideo 2014), y en Entre el cuento y la poesía 2014,  (Coautor, Dirección de publicaciones IPN). Ganador del primer lugar en el Concurso Interpolitecnico de Poesía 2011 «Leopoldo Ayala» (México, DF 2011), ganador de los Juegos florales Netzahualcóyotl de Rio Grande Zacatecas (Rio Grande, Zacatecas, México 2012), ganador del segundo lugar de los Décimo primeros juegos Florales del Cupatitzio (Uruapan, Michoacán, México 2012), galardonado con el 1er. lugar XXX Concurso Literario Timón de Oro, Secretaría de Marina 2016. Y el 1er lugar en los 8vos Juegos Florales de la Ciudad de Encarnacion de Diaz, Jalisco (2017). En 2012 y 2013, participó como ponente de forma colectiva en «Expo Septiembre», en el Centro Cultural Jaime Torres Bodet. En 2013. Participó de forma individual en la exposición «Rostros» en el Centro Cultural Jaime Torres Bodet.Colaboró en la Semana de la Cultura «Entre la Imagen y la poesía» en su edición 2015, en Villa las Rosas, Chiapas.En 2015, participó como fotógrafo en el movimiento «Más de 43 motivos, México en llamas», desde entonces participa activamente como fotógrafo independiente en obras de teatro en la Ciudad de México. También en 2015, con el taller «La luz diletante», colaboró en Proyectos de Desarrollo Artístico Comunitario y Democracia y Cultura de la Paz, Tierra Colorada, Guerrero.


Lágrimas de aquel que cayó vencido a los pies de san jorge y expiró sin pronunciar su nombre

Lágrima i

Humo y fuego,
antes del mar existió mi nombre
formado de la ceniza del agua,
nací del viejo rencor del universo,
maldito soy:
Rescoldo, escoria y lascas.

Lágrima ii

Cazador de acertijos,
he incendiado el mundo con furia,
mis alas até al cielo
y forjé el infinito.
¿Quién podrá quebrar mi juramento,
blandir su acero, y convertirse en polvo ante mi ira?

Lágrima xii

Larva y gusano…
Bajo el cansado silencio
nada respira, solo mi colosal odio:
Es océano que liba,
dulces rencores… crepuscular agonía.

Última canción para los que partieron y jamás volverán a presentarse sobre esta tierra

PARTE SEGUNDA

*
Esta tarde despedimos al chunco,
mi abuela se le colgó del cuello
como si con sus lágrimas quisiera
atarlo al Soconusco,
el chunco se puso sus tenis nuevos
y sus jeans para emprender el camino.
Su cara lleva todas nuestras tristezas y agonías.
Promete remesas interminables
y volver un día de estos.
En el último vagón del tren
se embarca como tantos otros.
Al norte, al norte.


**
Hace muchas lunas que nada
sabemos del chunco
mi abuela llora en silencio
yo, su hermano, calladamente le lloro;
hace un año y del chunco:
Ni un recuerdo.

***
Ayer llegó el chunco;
su cuerpo está podrido,
consumido por los gusanos de los trámites gubernamentales.
Me entregan:
Un muñón de carne hedionda,
de sus ojos solo quedan dos estrellas;
sé que es mi hermano por sus gastados tenis
y su pantalón hecho harapos.

****
Herrumbrosamente:
Esta tarde brama el tren:
Al norte, al norte.


Canciones de arena

Canción solar

Antes que nada me ordenó que evitáramos a las divinas Sirenas y su florido prado. Ordenó que sólo yo escuchara su voz; mas atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca firme allí, junto al mástil; que sujeten a éste las amarras, y si os suplico o doy órdenes de que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas.

Odisea, Canto XII

1.

Yo, Leittan, esclavo de tu silbo de arena, nací antes del alba, bajo la egida de la luna errante en el vigésimo primer día del séptimo mes. Fui ungido arúspice de mar: se me otorgó el don de descifrar los sueños y entender la lengua del océano. He navegado por tu vientre a son de mar, como atalaya que vigila el firmamento o guardián que resguarda el infinito. Sin rumbo ni estrella partí a buscar la verdad del viento como un timón sembrado en popa que navega siglos de luna. Errante, sólo sé que las lenguas de la luz lamen la mar de tu espalda como un filo de álabes que dibuja la palabra sed en el agua núbil de todos los espejos. Aquí en mi boca tu pezón de leche negra, gota de paraíso en la punta de la lengua: en tu valva núbil aprendo el idioma del mar y la tormenta.

2.

Sirena: tu canto es una llave para abrir la clepsidra del corazón, su singladura gris, las fragatas de la sangre y sus amarras. Tus ojos son dos anclas de azogue y tu grupa es luna líquida, mar enfurecida. En tu espalda bandadas de rabihorcados pelean por devorar la luz. Náufragos y marinos errantes beben el agua de brújula de tu sexo y se arrojan al mar cantando canciones de cuna, silbando himnos de niebla. Ante la desnudez de tus pechos calla el mar y los grumetes de sal soñamos que no existen ni monstruos ni tormentas. En los abismos de tu vientre, dulcísima ínsula de sal, todo sueño es arena y la mar entera es huracán de espejos enterrados. Navegamos siempre hacia atrás, hacia tu olvido, con la carne hacia tu proa, ebrios de tu salobre licor de mar.

3.

En altamar boga la luna como una cabeza de sal decapitada por la noche hasta hundirse en la boca náutica y azul de tus ojos. En verdad me tienes —y bien lo sabes por la espuma y la sal de tus heridas, sirena, líquida niña de oscuro nombre— tomado por el mástil.



9.

Sirena: en estas islas asoma el crepúsculo y en sus playas relincha espuma negra la indomable yegua del mar. Auriga símbolo del mundo, inmensidad del piélago y la muerte, el dedo de Dios dibuja hombres y barcazas en el espejo indócil del oceáno para luego hundirlos en la sorda, lenta noche muerta. Al escucharte, brama el mar como un millar de potros a la deriva.

De guijarros inconclusos

i.
Soy un ángel
desterrado y en bancarrota
vago desnudo en la playa,
a la hora del pan hecho hambre
recordando mi estirpe
llorando mis cadenas rotas
mis sucias alas y mi boca
manchada de sal y sargazo
mi corazón:
timón de un barco de papel.

xvi.
La luna es una balandra que se niega a zarpar.

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