El comienzo aún no llega.
La claridad de los cuerpos
se debate entre el oro y el pavor,
entre la avidez y el precipicio permanente,
entré al subsuelo del yo
para salir del mí.
El comienzo aún no llega.
La claridad se hunde en los cuerpos
como las agujas del letargo.
La vigilia germina en el pozo nocturnal,
la claridad es el agua insomne.
El comienzo aún no llega.
Y en el postigo de la luz
se asoma el ala del horror.
.
Germina es éxtasis
entre los vestigios
de soles prematuros.
En el árbol centellante
el exilio es el fruto;
la vigilia, la raíz.
La sangre madura
hasta desprenderse
de sus rostros.
Dios corta los frutos necesarios.
.
Hay cielos más propicios que la sangre
;
devastaciones más benignas que el espíritu
;
vigilias ciegas como la sed del cuerpo
(ciega es la voz que participa
en el plexilio y sus comarcas.)
El cuerpo es el blanco
;
la sed, la flecha.
La aridez se reúne en la visión
;
la transparencia en la fortaleza del arco.
La velocidad de la sed
es directamente proporcional
a la vigilia del cuerpo.
.
Existir es alejarse.
Cada verso
me aleja de la pendiente,
la escritura establece
un diálogo (un abismo)
entre el ser y su reflejo.
(Estoy interrumpiendo ese diálogo.)
Existir es alejarse.
La lejanía es el eje,
tan mutable
como la flama.
.
La obra procede del hálito.
El hálito es el ojo del ser.
El ser enceguece para tornarse vigía.
El vigía es la flama inalterable.
La flama se vincula a la visión del agua.
El agua avanza como la raíz de la vigilia.
La vigilia es el vértigo de la sed.
La sed circunda la semilla de la escritura.
La escritura es el núcleo de la obra.
La obra procede del hálito.
.
Boca-calígine
Desde esa boca miro
palpo la lengua de fuego
el rostro es una cascada de rostros
“Éste es tu último día”
No temo
regreso
la voz de la sangre sigue siendo
mi lápida
.
El camino del retorno
la antesala de la Voz
El camino del retorno
lame los ojos
Soy mi asesino oculto
en el vértice de la sombra
Sólo los heridos buscan el resplandor
La herida es boca de Dios
.
Nazco en el incendio
El ser fructifica sus esquemas
el espíritu habita en el germen de la llama
Nacer(se) fuego
El fulgor es el sentido interno de Dios
la opacidad el sentido externo
Dios adolece de Dios
en su cercanía con el hombre
Dios se ciega de Dios
se ciega del hombre
se ciega del cristal que emana
Su ausencia se desplaza como el ave de la pavesa
en el fuego de la materia
el ser permanece alrededor de esa refulgencia
Cuando Dios madura en el hombre
éste cae en el incendio
En la lejanía el hombre se reconoce fuego
en su proximidad con la unidad
.
Hay una integración de los despojos,
de las sucesivas interpretaciones del asco,
del porvenir que está pariendo moscas
en los acercamientos del habla y la cordura.
Hay un crepúsculo que no se rinde
y que escrupulosamente ya partió
dejando en su huellas como una luz
el remordimiento,
el alza en el costo de los enseres espirituales
y una torpe directriz en la resistencia
del caparazón de las tortugas.
.
Los movimientos del ser
le confieren al cielo
renovación y soltura
(cada acto aquí
tiene un eco en la lejanía)
El cielo es un estigma
que predomina en el ser
(cada eco en la lejanía
se transmuta en un acto aquí)
Nació en Yahualica, Jalisco en 1968. Fue becario del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Jalisco, auspiciado por la Secretaría de Cultura del Estado y CONACULTA en los periodos 2008-2009 y 2010-2011, así como del CECA en el 2009. Está incluido en Los mejores poemas mexicanos (Joaquín Mortiz, 2006), Animales distinto. Muestrario de poetas mexicanos, argentinos y españoles nacidos en los sesenta (Arlequín/ CONACULTA, 2006), entre otras publicaciones. Es autor de los poemarios: En el vacío de la luz (Tierra Adentro, 2002), Morada ulterior (Literalia Editores, 2004), Plexilio (La Zonámbula, 2008), Escalar el vértigo (CECA, 2009) y Existir es alejarse (La Casa del Mago, 2014). Actualmente es administrador de La Librería Campo Minado, especializada en piezas de colección.