Un bosque de burbujas
Para Anna
No tengo idea, Salicio, frente al escenario
armado por la rubia estrambótica,
de qué arguyen estas marionetas,
cómo se hacen señas, autistas
desperdigando palabras mudas, débiles maquinarias
empantanadas: insectos, entran a una caja
que es más bien boca de lobo
con pésimo aliento.
No creas que te lo cuento por nada,
es solo que me siento ante un bosque de burbujas,
tratan de hablarse entre sí
y apenas se tocan, se rompen.
Cuatro insistentes paredes asesinan la cordura de cualquiera
No sé, no sé, no sé nada de nada,
ni siquiera sobre la nada.
Si estuviera en la playa podría nadar en la nada
sin preocuparme por los filos virulentos
que acechan tras la ventana, la puerta,
en el librero, la pantalla de plasma.
Si no hay salida, si estoy condenado
aunque ignore de qué me acusan, si la libertad
es un clown encerrado en la habitación
de los deseos a cuentagotas,
me gustaría ser extrañado por las hormigas
en el punto de fuga de la página.
Soy como el niño que insistió en llevar
su juguete a la escuela,
y al voltear distraído en el recreo
ya no lo encontró.
El padre de la patria contra las mujeres vampiro en toppless
A Ángel Ortuño
Una época tibia como agua de garrafón,
merecida, diría esta meretriz clavándome
las agujas de sus zapatos
en las mejillas plateadas:
a mí que organicé las fiestas de la libertad
y bebí pulque de un fresco guaje
mientras acuchillaba a mis enemigos noche a noche
y tanto así que hasta perdí la cabeza
pero nadie podría obviarme
como a esas devaluadas monedas
de diez centavos
que todo mundo guarda en los bolsillos.
Qué ha sido de todo
Es como si dijera a un par de cormoranes:
este no es mi mundo.
Y en lo que termina por ser
las bancas se quedan vacías,
los esteros rechinan
olas de eterno kilometraje.
Son instantes que no sirven ni para el recuerdo,
florituras de un embarque de cajas vacías,
un entramado de confabulaciones
sin fábula.
El amigo se ha ido y es posible que la posibilidad
haya sido derrotada. Yo le dije
pero preferí callar y arrojar el ancla
a un lenguaje sin fondo.
Son estas venas en la madera, testimonios
de los almacenes a la orilla del puerto
que viaja sin detenerse hacia sí mismo,
cada vez más despostillado. Enfrente, las grúas
parecen mendigar la luz del sol boicoteada
por nubes que no pueden callarlo.
No hay duda de que el mundo es plano, pero en ocasiones creo lo contrario
Para Abril
El mundo, Sísifo, tal y como lo conocemos,
es una farsa cósmica
representada ante convidados de piedra que ríen entre dientes.
¿Plano como un tablero de ajedrez? Cualquiera se da cuenta.
Pero a veces tengo la sensación de que sólo
es una gota de leche en el vacío,
que la nada nos rodea hasta la asfixia.
¿Qué opinas? ¿Te acuerdas
cuando mirábamos en el espejo a los zombis luchadores?
Sé que me equivoco: si la nada existiera,
si el mundo vagara sin asidero,
si los dioses no jugaran con nosotros, todo estaría perdido.
Tú bien conoces los designios olímpicos, son unos dados
que tiran los dioses aburridos de flotar
sobre el plano del mundo
—donde las Erinias han aprendido a gastar
sus pésimas bromas de bajo amperaje.
Y tal vez esto
sea mejor que nada.
Brief
Estoy fuera de tono, mal afinado,
desbalagado como una envoltura vacía
de Doritos Diablo, ¿o eran Nachos?
Quisiera afirmar que el mundo
está echado al mediodía, pero avanza
como un Blackbird
y mientras me rasgo las vestiduras
eso que no sé si fue realidad ya me dejó atrás,
a punto del bocado.
Si todo fuera mantener el ritmo
o una posición fijada con tachuela
en las neuronas que acaban de morir.
Me estoy quedando ciego: una dulce anomalía
va cubriendo los agujeros por donde entran
un tren de juguete, un caleidoscopio, la apropiación
de una pintura hallada en la basura.
Si, como en una agencia publicitaria, tuviera
que hacerme cargo de representar a la Realidad,
habría de sumergirme en el agua de la mentira
y salir ileso y radiante.
Reunión familiar
Enervado bajo glándulas que toman el poder,
masticas lo que quedó de una realidad
tomada por fantasía, míseras sobras del festín
al que no fuiste invitado
y al que entraste por la puerta de servicio.
Merodeas a tu familia semántica
buscando un significado
a la recua de hechos que han ocurrido
fuera de tu radar,
en algunas lenguas muertas
o fuera de la órbita del cementerio
parental.
La hache es un hacha
entre dientes
mudos.
Podrido idioma
Aquí, como langosta tirada al puerto
hace tres días y un par de noches,
agotado, condenado a este idioma podrido
que tuvo sus mejores glorias bajo el reinado
de una pústula. Nadie me oirá reír ni encarnizar
los adjetivos, ni un redivivo alacrán que comente
la resaca, las inmundas intervenciones quirúrgicas
de la serpiente sustantiva
en medio de un bosque de placebos.
Como Pedro, balbuceo, me dejo ir a la boca del Lobo,
a sus amígdalas invisibles: la invisibilidad
es un súper poder en inglés, por ejemplo.
Al margen de la escena
Duermes en la esfera nerviosa
de una chica alquimista, de esas que abarcan
la cama con sus fetiches y sus ideas más encumbradas,
una almohada situada entre las piernas.
Algo ha de causar la chispa, el escozor
que aviva las córneas, la militancia
de segundos que transcurren sin más intención
que ellos mismos. Me pregunto si no estás
inflando la teoría con fórmulas de paso.
Es como abrir un tinto haciendo plop:
el ruido algo parece escenificar,
pero nada significa.
Reconocimiento
Había esperado este momento de hacer sonar
la alarma, un salpullido en el esófago,
algo como agitar los órganos internos,
dejarse llevar hasta que el invierno se hace cargo
de los pensamientos que van emergiendo
de entre neuronas negligentes.
La habitación enmarca su propia oscuridad,
una oscuridad filtrada por la lucecita roja
que indica un regulador encendido.
Pero qué se puede regular, el tópico común
de la energía usada para fines pacíficos o enervantes
y la seguridad de que la electricidad no alcanza a perforar
los instantes moribundos frente a un televisor
que antes había servido de espejo sucio.
Vecindario
Los árboles de enfrente permanecen en versión
fantasmagórica.
Primero les cortaron los miembros
más ostensibles, luego los dejaron en pie
con las raíces secas.
Los vecinos aman destruir
lo que ven a diario.
Estoy aquí, esperando
esa señal que podría ser un elemento simbólico
en un sistema de hechos que se enlaza con otros
sistemas, y entre sí riman y se repudian, creando
un nuevo efecto o afecto, y yo aquí, por planetas
de células divagando, las neuronas atrofiadas
como un montón de prendas sucias bajo la televisión
este domingo soleado que promete desperdicio.
No todo tiene por qué cambiar
Has aprendido a simular
que limpias las manchas de la ventana
y no lo haces porque no basta
el paisaje, necesitas perspectiva.
Parecerse a los que estás leyendo
Ciertos rasgos salen a la superficie,
con la naturalidad
del que se estaba ahogando.
Carlos Vicente Castro (Guadalajara, 1975). He publicado los libros Late night show (Cinosargo, 2021), Salida de emergencia (Mano Santa, 2020), Apócrifos + Circo + Un edificio en construcción (Mantis/SCJ, 2014) y Carcoma (Écrits de Forges/Paraíso Perdido, 2006). Edité la revista Metrópolis.