Narrativa,

Cae la noche, cuento de Miguel Ángel Hernández Acosta

Soliloquio, dialogo con el pasado y el presente (representados en un automóvil),  Cae la noche, del narrador mexicano Miguel Ángel Hernández Acosta, enfrenta al lector con una verdad que no por evidente deja de ser difícil: es imposible volver a lo que antes fue normal y que ahora, visto con una distancia cuya extensión no se mide en años u horas, sino en transformaciones, parece ser un paraíso perdido.


El sol pierde fuerza, por lo que aprovecho para salir a lavar el carro de papá. Lleno una cubeta con agua y suavizante, pues nos han dicho que de ese modo lograremos que no se raye y brille a pesar de ser un modelo tan antiguo.

Tomo una franela y la humedezco; comienzo a pasarla por puertas y ventanas, por las salpicaderas, por las llantas. De pronto me doy cuenta de que estoy hablando con el Maverick: le explico que papá no podrá volver a manejarlo después de su infarto cerebral, que los doctores lo prohibieron. Le pido disculpas por no haberlo lavado durante tanto tiempo, a él, que estaba acostumbrado a que mi padre se despertara a diario y lo primero que hiciera era pasarle un trapo para sacarle brillo; que sin importar si lo usaba o no, aspiraba hasta sus rincones más escondidos. En cambio yo…

Le digo al carro que papá debe sufrir tanto como él, pues uno de sus mayores gozos era encender su motor, poner un cassette en el estéreo e ir a dar una vuelta. Le aseguro que, a pesar de todo, mi padre está consciente que de no seguir las indicaciones médicas tal vez no podría resistir otra isquemia cerebral.

Le cuento al auto de la tarde cuando, en el hospital, le di de comer a mi papá a través de una jeringa, de cuando le hice papilla el alimento para que pudiera tragarlo, de cuando comprobamos que podía tomar agua solo, sin riesgo de ahogarse. Le relato sobre las enfermeras, las inyecciones, la recuperación. Le narro el problema del lenguaje que le quedó a mi viejo al hablar; las palabras que le cuesta trabajo pronunciar, y los ejercicios que hace para tratar de averiguar qué parte de su vida se fue en ese fragmento de cerebro que murió cuando subió su presión, tuvo un accidente cerebro vascular y cuando un mal médico le diagnosticó un simple dolor de cabeza. Hago tiempo para acabar de detallarle todo lo que fue ese mes de hospitales, olor a medicina e incertidumbres.

El sol se está apagando cuando me convenzo de que el carro ya está limpio, cuando termino de hablar con él y explicarle la nueva situación. Es casi de noche y hace frío. Entro a casa y descubro que estoy llorando.


Miguel Ángel Hernández Acosta (Pachuca, Hidalgo, 1978). Es autor de la novela Hijo de hombre (Jus, 2011) y del volumen de cuentos Misericordia (Librosampleados/UANL, 2018). Un ensayo suyo forma parte de la antología Crítica y rencor (Cuadrivio, 2015). Ha sido colaborador en diversos medios impresos y electrónicos, productor de radio, conferencista, analista de medios y profesor. Actualmente cursa el Doctorado en Letras en la UNAM.

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1 comentario

Valentín Ortiz Rebolloso

junio 24, 2019

Va nuestro reconocimiento por esa loable propuesta .Aprovecho para enviarles este , esperando le den lectura…..Recibe saludos , espero le puedas dar lectura y compartirlo——————————-X ( Bis ).-
Mi Madre muy segura siempre me lo enfatizó, sino quieres terminar al igual que uno de tus abuelos, hay te dejó este lápiz y un cuaderno, por ahí los buscas entre tus garritas.
Ni creas que yo te mantendré toda la vida y no lo dudo que algo de ese abuelo, algo hayas sacado. Cosa rara que no había observado en mi madre la noche anterior, se bebió casi un litro de té de tila con valeriana y comió el dizque pan Santo Bendecido por el Sr. en conmemoración de San Isidro Labrador el que quita el agua y pone el sol, el que sabe ser solidario con los campesinos que a pesar de que no canten la del Barzón .
Hoy muy poquito les falta para que les inventen un rap en donde maldicienten sus penurias, faltas de buen precio a sus cosechas y más apoyos que los hagan sentirse en las nubes.
Aunque hay algunos que cuando los reciben, al beberse unas por los benditos apoyos se caen junto con la familia de la nube casi siempre.
Y en contra de mi voluntad me fui en la búsqueda del tales armas que me llevarían a la libertad , bueno eso lo creía.
Pácetelas era un lápiz de carboncillo de a peso y un cuadernillo de a uno cincuenta mas sumados su interés a cada uno, incluyendo al gansito de a peso y la doble cola de dos cincuenta los cuales mi madre pedía fiados.
Por un momento los dos últimos productos me alegraron la vida pero los primeros no , menos los sobre intereses que le cobrarían a mi madre por tal adquisición.
A que mi madre, ella quería que no fuera como mi abuelo en su vida jovenazo, ni como mi padre , enamorado , parrandero y jugador.
Y vieran que mi padre que Dios lo tenga en su santa , que no era un galán de esos que salen en el cajón que idiotiza .
No mi padre tenía verbo, escribía versos, era lector del que escribió » Fuensanta » , Nocturno a Rosario» y a » Yo soy Robot » ese libro ya en sus últimos halitos de vida lo tenía en su cabecera. Contrario a lo que para mí soñaba mi madre, el deseaba que ya no fuera ni curita , ni profesor, ni leguleyo .
Esto último porque me decía quede nada te valía que te quemaras las pestañas , argumentaras muy bien tus demandas , defendieras con honestidad los casos en base a leyes , la razón y pues para nada , le llegaban un coyote con un bonche de billetes al ministerio y te tumbaba todo , es decir todo tu estudio , desvelo y argumentos se declararan improcedentes .
A mi corta edad era un muchachito medio vivaracho y todo porque en la calle aprendí a cómo defenderme con el pico, fui malísimo con los puños pero a los más gandayas con puro verbo los hice chillar y si no me les adelantaba, me decían “El Correcaminos “.
Una Palabra dicha con contundencia, derrota al fanfarrón ignorante, otros le romperán el hocico de marrano y lo vergonzoso es que sufrirá de tus miradas porque veras tu su derrota.
No se me olvidan las sabias palabras de Don Panchito el portero de la escuela, estudia con ganas muchacho , valora el sacrificio de tus padres , no sea que cuando , ya estés grandes te vayas al hoyo de cirrosis.
Estudia siempre y conocerás otros mundos, navegaras por muchos mares y espacios, caminaras al igual que » El Niño de la selva » y pude ser que seas el personaje de » Viaje por la Tierra en 80 días » de un tal Verne .
Estudia, estudia y después de que regreses a casa descansa y ponte a leer un buen libro , que iba a leer yo, si en mi casa puros gritos y anuncios de la rubia que todos quieren, anuncios de bebidas de cola, a fuera de ella la banda se fumaba a hurtadillas un delicado entre todos a puras chupadillas se lo acababan y al que le tocara al último con una pasada de lengua lo apagaba.
Como nos reíamos con los cuentos de Pepito y los chistes de Condorito ,la escuela pronto de lo que nos enseñaba lo olvidábamos…
Una noche no pude dormir y no por dolor de panza , sentía que de mi mochila alguien me decía sácame de esta prisión , sálvame , sálvame pooor favoor !! , sentía que mi cuerpo se encontraba encadenado a la cama y de pronto que quien sabe cómo , un ser que por cierto que no pude descubrir el cómo se escapaba de mi mochila con extrañas luces que emanaba de los dedos de sus manos , estas abrían los cadados de esas opresoras cadenas .
No preguntes mi nombre, yo soy Polito y estos que traigo en mi mochila son mis amigos» El Firulaís » y «El Solovino » no tengas miedo te venimos a salvar, de que, de qué ? Y en eso que entra mi madre de sopetazo al cuarto, ¿con quién hablabas, porque estas sudando frio, tuviste calentura, te regaño tu padre por las malas calificaciones? , no le hagas caso, tu padre en la escuela fue un soreque , nuca le hizo caso a sus maestros y a sus padres nunca les interesó que este le pusiera ganas al estudio , se parece a Uds. Madre !!, y que me mete un guamazo .
No sea desconsiderado hijo y luego quién lo levanta para que vaya a la escuela muy bien planchado, quien lo peina para, que vaya guapo, quien le limpia su boquita para que no lleve en ella las manchas de frijoles, quien le da su buen refresco para que desayune, haber dígame quién? , dígame quien le lleva su lonchecito a la hora de recreo con su gansito y otro chesko , no sea desconsiderado mijo .
Ud. tiene una madre que lo quiere mucho, no más dígame, cuando rechín….Ud. Ha visto que se para su padre a las juntas en la escuela, verdad que nunca, nunca !
Ande mijito , tómese este tecito de tila y le cantaré pá que se duerma “ Luna ,luna dame una tuna porque la que me diste se me cayó en la laguna .
Yo quería que mi madre se saliera pronto de mi cueva ,quería seguir platicado con Polito y sus amigos el cual me tenía intrigado , ya convencido de que un libro y los conocimientos bien adquiridos en la escuela nos salvan de esa enfermedad que le llaman ignorancia…
No quería vivir siendo ignorante, no hallaba como retirar de mi cuarto a mi madre y en eso llegó mi padre pateando la puerta de la casa, mi “Firulaís “ y “ El Solovino “ le ladraba fuerte y mi madre se salió echando lumbre de mi cuarto , blandiendo un leño que por ahí tenia a la mano ….Polito ,» El Firulaís» y » El Solovino «de Valentín Ortiz Rebolloso / 21 de Junio de 2019

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