El país con más hablantes de la lengua de Shakespeare, y el segundo país con más hablantes de la lengua de Cervantes, es Estados Unidos. Y estos idiomas no se dan la espalda: se comunican, se alimentan sin perder su identidad, y acaso definiéndola. Viven no solamente en las mismas ciudades y las mismas calles, sino que viven, muchas veces, dentro del alma y la mente de la misma persona: ninguno de los dos va a desaparecer jamás.