Hace unos días, mientras viajaba en el 39 hacia un lugar impreciso de Buenos Aires, me topé con el primero de una serie de fragmentos que me llevaron a descubrir (tal vez un poco tarde) que en La invención de Morel, Adolfo Bioy Casares había elegido como narrador-protagonista a un fugitivo que habla de Venezuela: “Adelanté un poco más: se apagaron los ruidos, como en un ambiente de nieve, como en las frías alturas de Venezuela”.