(Mar del Plata, Argentina, 1977). Escritorx, fotógrafx, diseñadorx gráficx. Reside en la ciudad de Río Cuarto. Ha publicado Furia Garaje (Editorial Martín, 2000); Estrim y Out (Ediciones Independientes, 2008); Porfía (Dársena 3, 2009); Mediopelo Sidecar (Difusión Alterna, 2010); Transversos (Atarraya Cartonera – Puerto Rico, 2010) y Animales poco útiles (Editorial Cartografías, 2019). Como diseñadorx gráficx trabaja actualmente para la editorial argentina Llantén. Obtuvo, entre otras distinciones, el Primer Premio en la Bienal Nacional de Arte Joven (Mar del Plata, 2006). Como fotógrafx, ha colaborado con el sitio Indymedia Córdoba, La Tinta, Página 12, los suplementos “Ciudad X” y “Vos” de La Voz del Interior, el blog “Boquitas Pintadas” del Diario La Nación, las publicaciones especializadas “Crac!Photo”, “Bex Magazine” y “SanatórioGeral” (editada en São Paulo, Brasil).
Campo minado |
Mi madre me devuelve el gesto
apaga veladores
acomoda mi frazada
y tiembla
antes de narrarme
esa fábula de sí
en la que soy
su potrillo con poderes
un caballo chico que atraviesa
malezas y pesadillas
con la impunidad lamiéndole el lomo
El linaje nunca te será suficiente
para abrazar la mitología, susurra
Tus atributos
(como los míos)
son más vulgares:
cierta furia en el paso
como quien sabe del pantano su matriz
cierto avanzar sin rumbo
sin correlato
ni euforia
Somos animales poco útiles
Y cuando nombro en vos
algo del orden de lo fantástico
quizás es porque me dejo atravesar por el “instinto materno”
pura teoría vetusta que engrampa
a este cuerpo dos vocablos
Vos sabés, hijo mío
que algunas campañas
supe ganarlas en campo abierto,
sola
con una lanza sin filo
apuntándole a fantasmas improbables
Vos sabés
que tu madre no tuvo ni tendrá ahora
nada heroico para ofrendarte
Que si algo heredaste
si algo de mí transpira en vos
es esa facultad de pasar desapercibidas
Nadie sabe qué añoramos las bestias de carga
nadie nos pregunta nunca
si queremos ver más allá de la rectitud de las anteojeras
Se espera
como nuestro único horizonte posible
que marchemos solitarias
abriéndonos paso sin cuestionar
callándonos ante la fusta que nos doblega
Y que podamos dormir a la intemperie sin hacer ruido
y a la mañana siguiente
repitamos el esquema
de la sumisión asignada a estos cueros
Mi madre repite el gesto
cada noche
y su relato es como un mantra
que no persigue trascendencia alguna
La tarde que cerré sus ojos
para terminar de una vez por todas
con el trabajo sucio que hizo la metástasis
sobre los pocos órganos que le quedaban en pie
supe
que la infancia sería
de ahí en más
un campo minado que se atraviesa a oscuras
sin más escudo
que el eco de nuestras narraciones
.
El amianto |
Ya me gustaría a mí
ser una de esas señoras
que creen en los mandatos del universo
una de esas
cuya resignación es leída como una cualidad
atada a la alineación de planetas impronunciables
Ya quisiera yo
ir por ahí
dictándole al oído a las otras
mantras berretas sobre autosuficiencia y cuidados de la piel
compartiéndoles secretos sagrados sobre el matrimonio
la organización del hogar
y los buenos modales
Ser una de esas damas
que jamás tuvo ni tendrá
juicio propio sobre tema alguno
una de esas
que hace de la empatía su mayor virtud
junto a la belleza, y por supuesto
al silencio.
Pero ya ves
apenas si he podido,
en cambio
darme un nombre que sostener
fumar como un taxista enloquecido
lamer el flanco extasiado de las bestias
hacer de mis costumbres
bombas incendiarias
que nadie sabe cómo apaciguar.
Cuando nací
mi madre arrancó el amianto del lomo
creyendo que era una cáscara inservible
y me mandó al mundo
para ver si subsistía
Desde esa noche
vago por los pantanos de cemento
errando en el atropello de avanzar más allá del lodo
atrincherada en el precario lugar
que pude construirme
con estas manos delicadas.
.
El alivio |
Practicamos un sexo torpe,
eufórico
lo que teníamos en mente
incluso ese precipicio de la certeza
se desvaneció en saliva
Eso es el miedo, dijimos
y todo se volvió líquido del signo,
fragmentación
humo
De la madrugada en que quedamos exhaustos
sólo queda esa viscosidad
manchando la palabra
dos bocas
que sin pronunciar
se alivian.
.
El cansancio |
No se trata de reconocerme cansada
siquiera de poder decirlo a los gritos
Como quien pide auxilio
en medio de una tropa de aves sordas
tengo que poder aceptarme vencida
por el peso de mis infiernos cotidianos
darles autoridad para aplastarlo todo
incluso los fuegos artificiales de lo eufórico
esos espejitos de colores
que alguna vez me deslumbraron
Tengo que poder impregnarme
de ese agotamiento primitivo que cargan algunos insectos
y que infecta sus colonias de enigmas
sobre la densidad de los materiales
o las inclemencias del tiempo
tengo que poder
volver a lo esencial de la pregunta
a ese lugar sin certezas que implica lo llano
a ese partícula ínfima del pulso
a ese gesto primal
que supone
volver a ponerse la piel.
.
Las cicatrices |
Estas son mis marcas de nacimiento:
un karma
una cruz
una única narración posible
un dolor irremediable
un espasmo
Con ese vago inventario a cuestas
vine a profanar por primera vez el mundo
Conocí de pequeña
a cazadores instruidos
en el arte de silenciar lo extraño
hombres de ley
que decoran el cuello del cautivo
con el oropel de los barrotes
Sobrevivir
es siempre un terreno inhóspito
aprender del bosque
el primer gesto de desobediencia
Ahora que es tiempo de partir
me perderé para siempre entre los árboles
hasta encontrar esa rima que aplaque
la sed de vivir al borde de las cosas
y vendrán las hormigas a beber
el asma de los días dañinos.