Entre 2006 y 2008 dos amigos y yo dirigimos en Tuxtla Gutiérrez un suplemento cultural llamado El Hacedor en el que publiqué cada semana poemas, reseñas, artículos y cuentos.
En marzo de 2007, uno de esos amigos creó a un personaje o más bien un nombre, que aparecía en el título de un texto en prosa: Valdivieso. Después, entre los dos, escribimos (cada quien a su turno) sobre este personaje, que resultó ser una insigne narradora, y durante poco más de un año le otorgamos un pasado equívoco, contradictorio y vagamente trágico.
Aquel suplemento semanal que en ocasiones contaba con más directores que colaboradores —siempre encabezados por el lejano y hosco Servando Becerra— fue mi escuela de escritura, y aquellos amigos sólo un poco mayores que yo fueron y siguen siendo mis pacientes maestros. A ellos dedico el siguiente texto —una fábula inconexa y oscura sobre la incomprensión humana, la mentira y la piedad— acerca de esta mujer, Valdivieso, sobre quien escribo cada cierto tiempo, muchos años después de terminado aquel suplemento, y a la que tantos dolores de cabeza le causamos con nuestra irreverencia.
Mario Alberto Bautista
En su caída
Para Raúl Vázquez Espinosa y Marco Antonio Castañeda
Su ventana no tiene cortinas porque los vidrios son entintados o polarizados o algo así.
De día, quien está afuera no puede ver lo que ocurre dentro. De noche, sin embargo, cuando enciende la luz se le puede ver desde la calle. Por lo demás, sea de día o de noche, no hay nada interesante para atisbar, piensa ella: una mujer escribiendo concentrada ante su mesa.
Hoy se ha dejado distraer por un trío, un trío de aves. El papá ave, la mamá ave y su polluelo.
Se ha enamorado de ellos. Lleva media mañana observando a los padres ir y venir, seguramente por comida. No encuentra el nido. No ahí, entre las ramas alargadas —más o menos desnudas— de la majagua. Debe estar en otro sitio: ¿en cuál?
Los pájaros son del color de las cajas de cartón, del color de las hojas del tabaco puestas demasiado tiempo al sol (las vio hace muchos años, en la finca de un antiguo amante).
Ella encuentra el nido. Saca su teléfono y toma docenas de fotografías. Los padres van y vienen y siente angustia cuando el polluelo se queda solo en una rama que ella al fin localiza. Del estallido del gozo a la opresión de la angustia…: la vida de escritora tiene sus emociones, después de todo: ¿quién lo diría?
El dueño de aquella finca se llamaba Richard. No sabe quién terminó con quién. Eso es mentira, se dice: una siempre recuerda quién terminó con quién.
Él planteaba cuestiones importantes. Nunca se andaba por las ramas, Richard. “¿Por qué eres tan dura de corazón?”, le dijo la última vez, aunque ella no tenía la respuesta que él necesitaba.
Se está preguntando qué habrá sido del pobre Richard cuando ve que el polluelo da un paso en falso y cae.
Su corazón se rompe. “Andarse por las ramas”, “pasos en falso”, “corazones rotos”: después se reprochará la ordinariez de sus pensamientos, su carácter común. Lugares comunes y aves comunes… Por el momento, la desolación que siente ahora es incuestionable y vívida: poco común en ella, pero habitual para alguien más (una ornitóloga, por ejemplo; un aficionado a las aves).
Baja temblando por la escalera y sale a la calle. El polluelo está ahí, inmóvil sobre la banqueta, mientras los automóviles pasan al lado.
Valdivieso se agacha con dificultad. Si Richard la viera. Pobre y estúpido Richard, que tanto hablaba de su corazón y nunca supo verlo bajo la luz adecuada, se dice ella.
—¡Mira, papi, se murió el pajarito! —grita una niña señalando al polluelo.
—No, mi amor —interviene Valdivieso—. Sólo está durmiendo.
Mario Alberto Bautista (Mazatán, Chiapas,1984). Reside en Tuxtla Gutiérrez desde 2004. Estudió literatura en la Universidad Autónoma de Chiapas. Escribe narrativa, poesía y ensayo.
Obtuvo el primer sitio del Segundo Premio Universitario de Poesía Joaquín Vásquez Aguilar, organizado por la Unach en 2005; el primer lugar del concurso 37 de la revista Punto de Partida, en la categoría de cuento breve, realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 2006; el primer sitio del Concurso de Cuento Sue Zurita en 2020; el Premio Municipal de Poesía de los Juegos Florales San Marcos de Tuxtla Gutiérrez en 2022 y el Premio Estatal de Cuento Breve Fátima Castellanos Macossay en 2023.
Fue beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Chiapas en la categoría de jóvenes creadores en 2012 con un libro de cuentos, y de la emisión 2018-2019 con un libro de ensayos sobre literatura.
Forma parte de los libros colectivos de poesía Alba por los caminos (2006) y Entre lo timorato y arrogante (2007). Su trabajo aparece en antologías de poesía y cuento como las muestras “Poetas de la década de 1980” de la revista Alforja (verano de 2006) y “Trece narradores de Chiapas (1978-1994)” de la revista Punto de Partida (marzo-abril, 2016), entre otras publicaciones. Es autor del poemario Unas palabras sobre la unidad temática de 2022.