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Poesía,

Dos poemas de Aldo Vicencio

by Carruaje de Pájaros4 marzo, 20191 comentario
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AV
Fotografía: María Fernanda Rodríguez.

Aldo Vicencio (Ciudad de México, 1991). Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fundador del colectivo poético Naufragio, y colaborador de Liberoamérica. Es autor del poemario Piel quemada: vicisitudes de lo sensible (Casa Editorial Abismos, 2017) y el videolibro Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018).

Su obra ha sido publicada en diversas revistas literarias iberoamericanas como Punto en Línea, de la UNAM y Círculo de Poesía, en México; Digo.Palabra.txt, de Venezuela; Revista Antagónica, de Costa Rica; Enfermaria 6, en Portugal; Oculta Lity penúltiMa, de España; entre muchas otras. Ha sido incluido en las antologías Nueva poesía y narrativa hispanoamericana (Lord Byron Ediciones, 2016) y Nido de poesía (LibrObjeto Editorial, 2018).


POEMAS

Ningún lugar

mar quietud en cabello de luna,
sobremesa, afiladas las manos
en mi espíritu dormido de reverberaciones

a la trasnoche la caña que baila en trío de bocas

alianza,
unión
atropello de dedos hojeando poros
que parecen filtros de luz

afilados alambres para el jardín crepitar,
arrastrando ásperos vericuetos frescos y lluviosos,
las antesalas de ofiuco arremangando la carne
que viste el Sol en la ladera

y él, mejor dicho, yo, ardor tiempo,
ruedo en la jarra milimétrica de la multiplicación coral del aullido carne,
atajando clavos negros desde la muerte del ángel

como visión, como vicio,
alabando las disposición de la sensibilidad
de una dicción dilatada

esferas en armonía,
en viento flor la vara que se arisca y gime:
la corriente del Aqueronte se desborda

siento-ser-Pasífae, mugiendo
en el centro del cielo
en el cráter del hielo
en el cuerpo inerte de mi laberinto

palmas doradas por el fuego azul
descarga hoguera
derrumbe hacia arriba

se ha entregado la bestia roja a la estría de diamante;
yo la he cogido,
con mi rostro dislocado de sí,
mordiendo eco de labios en un edificio sin ruido

si miro fuera no duermo,
ansío la verdad humana

si miro adentro grito,
la angustia es almohada
que ahoga la lengua llave de una tina interminable

– una tina que sospecho, está rota-

llanura de rojo en los techos

chacal de siete ojos, mirando

una saeta a la piel fiera,
a la piel bestia,
a la piel silvestre

quiero amarrar mis ojos a ese valle de asonancias,
quiero rosarlas hasta que mi habla sea
c ó p u l a
y
c a z a

fondo luz chispa,
oído dilatado bajo la ropa

dibujo pájaros sin las manos,
galopando en el viento secreto

el capricho y la pulsión de la alteridad,
lo otro que me nombra, y me desnombra: el espacio

espacio cierto en tanto el húmedo tumbar

la mirada perdida de una casa común
se abrevia y salta buscando la gloria en giro,
el tormento pecho,
y cuando finalmente hay tres varas ensartadas en la conciencia,
se esfuma la aspereza de la entrada lejía

empeño sobre empeño,
cuesta de ímpetu y hojas
en el empuje de cinco rumbos convexos

amasijo dulce en alma disuelta,
revuelta en el torno de brazos fríos,
glaciar que respira y se va, así la cauda de mi espalda,
la cola de estertores sombreados que me estira multiplicado

oscila mi vista cenit de retruécano cósmico,
carta impaciente de llamas siempre negras
que arma casas en el esqueleto de lo heterogéneo

ningún hogar en el mundo es mi hogar.

Suspirio

Cómo. Por qué
Qué. Por cómo,

a través: el temblor cutáneo

hilar vidrio,
señal que perfora párpados

silbatillo,
presión suspirante,

el ahogado en franjas velocistas

silencio martirio,
ignición,
león a centauro,
un “presiento perversidad”

alumbramiento,

andanzas de torbellinos
entre mariposas,

la propiedad de la lid pasada y futura

construcción,
hombre vid en santuario,
y en él, mujer relámpago,
alumbrando el éxtasis de lo vivo

viviente, vívido, vivaz

solícita guerra,
augurio en el espejo del viento

tremolar el calor
a media boca

mugido de metal,

cardiótono a macroluz,
explosión de poros

el andar del sudor muerto:

dedos de hielo

abanico valle,
bocas contingentes:

los erizos de yesca
en la espalda del alma

quiote de sangre blanca en las palmas

contracción húmeda del abismo,

celebración del ungüento mortuorio

g r i t a, sótano celeste

animafiesta

la cumbre icaria,
el signo en desolación

así la inercia de un llano vaporoso,

el criadero de pulsiones

todo un
enunciado
para la gravedad final

la presencia de un arbusto rojo
no significa anormalidad,
sino sentido

contrariedad al gusto,
espesor ardiente

astrolabio
en plano secuencia
de tacto seminal

>la rueca de miembros mundanos

así la ceguera
remueve las
habitaciones del vértigo

} concesión interdicta,
carne del aire

el primer ojo
atisbo de realidad muerta

en sí, la ducha de dos animalidades

hasta el aliento del mediodía,

el cubil revuelto en el encino

mapa de estelas
conocidas por las manos

un siempre encarnarse pulsión,
hasta la guillotina de lo nombrado

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1 comentario

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Carlos Mario López Morales

marzo 5, 2019

Me agradó el segundo poema, la secuencia, las escalas como se van absorbiendo una dentro de la otra. Felicitaciones. Increíble ritmo. Atte. CMLM

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