La tumba blanca se desmorona. Su alta bóveda señorea la única tierra sagrada en muchas leguas. A lomo de mula, el hedor de los muertos cruza las sierras desde poblados tan lejanos como Laguna de Sánchez y Mesa de las Tablas. Ahí está enterrado don Ignacio, llamado El Patrón Bueno; luchó contra el francés, defendió a su gente del ataque del indio, y repartió tierras a sus peones tras la Revolución. Junto a él, sus descendientes duermen el sueño de la muerte.
La tumba blanca, derruida, se yergue en medio del camposanto. Cuentan los mayores que alrededor de ella las cruces se perdían bajo un manto de amapolas amarillas. Ya no crecen flores. Enredaderas de ortigas trepan por sus muros, se hunden en sus grietas y devoran los huesos de Antonio Berlanga.
“Fue un malalma”, dicen quienes le conocieron. Odió y fue odiado. A los perros les quemaba la nariz para que no hurgaran entre su basura. Antes de morir ya estaba muerto. Vivía en los cuartos que eran de su hermano, vestía las ropas de su hermano, comía de las cosechas de su hermano Leoncio, el único que alguna vez le tuvo cariño. Por eso justificaba sus atrocidades, hasta que le hizo tragar su bondad.
Fue cuando murió el hijo de Leoncio. Aquella tarde Antonio se encontró con el muchacho en el arco, vestigio del antiguo acueducto que construyó el abuelo Ignacio para llevar agua a las casas de la Hacienda. Se hicieron de palabras. Ahí mismo lo retó a cruzar al galope por encima del estrecho acueducto; al llegar a la mitad debía hacer reparar al caballo, girarlo sobre sus patas traseras y regresar por el mismo camino. Si lo lograba, abandonaría las tierras de su hermano.
Confiado en la promesa de su tío, el joven montó el alazán, espoleó sus costados y entró a todo galope sobre el arco. Justo cuando jaló las riendas para hacer el reparo, Antonio disparó su revólver. Animal y jinete se precipitaron al vacío. Esperó un buen rato hasta cerciorarse de que su sobrino no mostrara señales de vida.
Leoncio sepultó a su hijo en la tumba blanca de su abuelo. Aquella noche, al caer la madrugada, sonoros golpes le hicieron levantarse. Alarmado, encendió el quinqué y abrió la puerta. Una silueta se dibujó bajo el quicio. La llama iluminó el rostro desfigurado de su muchacho, atado a unos tablones que mantenían erguido su cuerpo sin vida. Tras la tapia, Antonio gozaba la escena. La había planeado, soñaba con ella cada vez que su hermano le daba alguna ayuda. “Miserables limosnas”, decía, “sobras para los cerdos”. Vio a Leoncio desplomarse; disfrutó cuando la mitad de su cuerpo quedó muerta, con la mirada perdida, sin habla, sin risa. Se emborrachó de gusto cuando a la vuelta del año lo enterró en la misma tumba blanca.
Leoncio había muerto; con él murieron sus tierras, negadas a entregar su fruto a la ponzoña de un mal hombre.
Las amapolas amarillas del panteón se convirtieron en cardos el día en que la tumba blanca recibió el cuerpo podrido de Antonio Berlanga. Dicen que murió solo, envenenado por su propia sangre.
La tumba blanca se desmorona. Una mujer cava un agujero en uno de los costados de su bóveda. Es la viuda de Leoncio. A tientas, sus manos artríticas alcanzan la mortaja de su cuñado. Sabe que es él porque está cubierto de ortigas que le queman. Arrastra el cuerpo ante las miradas complacientes de vivos y muertos. Alguien le ayuda a arrojarlo por la noria seca.
Las grietas de la tumba blanca se han cerrado. En el cementerio, una amapola amarilla abre sus pétalos.
(Saltillo, 1970). Es promotora cultural y actual directora de Radio Concierto. Realizó estudios de Comunicación y Literatura. Fue corresponsal del Grupo Reforma. Ha colaborado en la edición de más de veinte libros. Es autora del libro de cuentos Historias en peltre, ganador de la Convocatoria Primera Piedra (Secretaría de Cultura de Coahuila. Agosto, 2018). Fue corresponsal del Grupo Reforma, de 1991 a 1995. Sus notas y reportajes se publicaron en los periódicos El Norte, de Monterrey, Mural, de Guadalajara, y Reforma, de Ciudad de México. Desde 1995 ha producido radio cultural. Es cofundadora y actual directora artística de la emisora XHAAL 97.7 FM Radio Concierto.
Ha colaborado con otros autores en la edición de 20 libros de la mano de casas editoriales como el Grupo Planeta. Desde 2014 forma parte del Taller de Creación Literaria Tinta Tomate, que dirige la escritora coahuilense Mercedes Luna Fuentes. Continúa su formación académica y literaria.