En la búsqueda de la verdad, el hombre entreteje sus propios laberintos. Algunos, tan hermosamente monstruosos, nos relatan historias de amor sujetadas, apenas, por una madeja de hilos. Otros, tan incomprensibles, se encumbran en el vacío que anida en nuestros corazones y plasman la aridez de los desiertos que, en ocasiones, somos; de la arena que se mece con cada tormenta y muestra nuestra hambre de amar y ser amados.
En La Heráldica del Hambre, poemario ganador del Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2016, el poeta Sergio Pérez Torres guía al lector por uno de sus tantos deseos: el amor. De éste se desprende el “hambre”, parte inherente del ser y deseo inmarcesible que, desde diferentes aristas, se erige en tópicos que trastocan la justicia, la venganza y el propio amor. Sí, sobre todo el amor.
Verso a verso, Sergio Pérez Torres muestra dejos de la voz que, profética y divina, se le presentara a Daniel: el nacido en la familia noble del Reino de Judá, el emparentado, según historiadores, con la realeza, y le ayuda a interpretar el sueño del rey Nabucodonosor. Sueño, cabe señalar, donde la heráldica cohabita y traza el futuro, donde el poeta se muestra con naturalidad en el sendero donde sus deseos también (¿por qué no?) se bifurcan.
Así, mientras el profeta Daniel habla de los reinos venideros, de las glorias presentadas por el dador de vida desde el cielo; mientras se encumbran los linajes y se pondera una dinastía de hombres que dejarán su huella sobre la arena; mientras le habla al rey sobre su interpretación del sueño y promete glorias futuras y linajes interminables, Sergio Pérez Torres escudriña su ser (que es también nuestro) y muestra su esencia. Toma su corazón que, saltando en la palma de su mano, revela la transparencia de su ser, su voz poética desvistiendo las verdades que le son entregadas en el sueño y la propia hambre de ser, las relaciones del poeta: las del hombre que ama y sufre, que goza y vive.
«…en mi corazón se incrustan las huellas del vacío,
por un momento gris de labios abiertos…»
En La heráldica del hambre, Sergio Pérez Torres nos regala su búsqueda en el amor, uno que fue y será, que quedará grabado en cada verso, y que es la misma de búsqueda de muchos de nosotros. Para ello emplea elementos como el león, figura de la fuerza y la valentía, de la soberbia y la soledad. Sí, la soledad, esa que deambula las periferias de lo que somos y que es, a su vez, requerida para no claudicar en estos tiempos donde, pienso, la deshumanización nos ha alcanzado y sólo nos queda apostar al amor a costa de lo que sea.
El corazón puede rugir más fuerte que el mar;
es más hondo y traga más hombres.
Un sol me devasta cada mediodía
como si el verano no volviera en su
[mirada.
Así, La heráldica del hambre es un canto donde el poeta transparenta su ser, su dolor y sus deseos. Verso a verso, con hilo en mano, zurce su corazón y lo va pegando en cada uno de las imágenes dejando en claro que su el amor es, muchas veces, una fosa sin fondo o un enorme vacío, sí, pero siempre dispuesto a volver sentir, de abrirse a la vida y al propio olvido; siempre, creo, bajo la búsqueda de encontrarse en la fuerza del otro, en los pasos que nos permiten seguir el eco de lo que nos hace sabernos vivos: amar, con todo lo que implica; amar, sin cortapisas, sin dejar de lado la esencia, aunque en ello devenga y se derrumbe el corazón.