(Guadalajara, Jalisco; 1984). Estudió Artes Audiovisuales y Filosofía. Ha publicado los libros Praderas Silenciosas (La Zonámbula, 2011), Blanco Sucio (Filodecaballos, 2013), Panóptico —primer lugar de la Bienal de Literatura Hugo Gutiérrez Vega 2014— (Bonobos, 2015), la antología La gente es el peor invento del hombre (El Viaje, 2016) y Grandes distancias (Filodecaballos, 2017). Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
No encuentro a mi mamá
*
Creía en los videojuegos,
la flojera y el alcohol. Mucho más
que en Dios.
Tú llegaste una tarde
gritando: ya estuvo, hijo,
eres un bueno para nada.
Hiciste mierda la consola.
Te observé fijamente: desaparecer,
fracasar, luego suicidarme.
Y agregué: antier soñé con mi abuela
¿sabes? le hacía cosas
que nunca hubieras
imaginado.
*
Hijo, ¿recuerdas aquel día
cuando vimos El Año Pasado en Marienbad
y observaste mis cicatrices
cuando intenté alcanzar el cenicero?
Te confieso, no he vuelto a ver
esa película y, por más que lo intento,
me es imposible releer. La Invención de Morel.
No puedo más con las sospechas.
Muero, envejezco en otra habitación,
Y así continuamente.
Ayúdame. No digas nada.
Te propongo un trato.
*
¿Qué pasó entre nosotros, madre,
aquel funesto 11 de septiembre?
Nos debatíamos entre torres y aviones
mientras llenaban de sensores mi pecho.
Por qué no escapé de aquel dealer
que usó mi ingenuidad
y mi obsesión por el Acid House.
Si mal no recuerdo, el cardiólogo
dijo, en tono melancólico: tu cuerpo
no aguanta una línea más.
Lloramos. No. Tú lloraste.
Y antes de irnos le pregunté…
Me dijo que sí. Que fue culpa del gobierno.
Una excusa para la guerra.