Wilber Sánchez Ortiz
El narrador mexicano Arturo Arredondo (Tapachula, Chiapas, 1938-Ciudad de México, 2022), será recordado por su Gozología mayor, uno de los mejores libros de cuentos chiapanecos, escritos por un soconusquence.
……….Autor de varios libros escribió relatos en Primeras Armas, El camino a Bagdad está lleno de tentaciones y poesía en Flama total. Periodista, hombre de radio, crítico de cine, fue también maestro de un taller de narrativa en Tapachula en el que lo conocimos.
……….Arredondo será apreciado en la posteridad por su trabajo artístico, quizá no por la totalidad de su obra, sino por su Gozoología que por sí sola le debió de haber valido el premio Chiapas, que no se lo dieron, pues no formó parte de ningún grupo de poder que lo validara.
……….Impartió un taller de narrativa en Tapachula: su cabello largo, en caireles, sombrero de fieltro, voz delgada, afeminada, sin ningún empacho en ocultarlo ni nosotros, sus alumnos, en juzgarlo; una sonrisa amplia, generosa, nos animaba a describir el modo en que los costeños nos comemos una papaya o en que atrapamos esas hormigas que llamamos tzitzines o nucús.
Situaba un escenario, un niño solitario en el aeropuerto, por ejemplo y de ahí concebir y escribir un relato. Nos invitaba a leer a Juan Carlos Onetti, del que era gran lector. Admiraba a Octavio Paz a tal grado que afirmaba: “¡viejo desgraciado, no dejó nada sin tocar!” Deslizaba esta frase con una sonrisa, a veces al borde de la carcajada.
……….Su infancia transcurrió en Tapachula en el que coincidió en los mismos sitios con Marco Aurelio Carballo, en lo futuro también convertido en narrador. De niño, Arredondo vivió en Huixtla, otra población de la costa chiapaneca, junto a su abuela, indígena cuya etnia el maestro no recordaba, pero que pudo haber sido mam, mochó, tuzanteca o cualquier otra de Chiapas o Guatemala.
……….Volvió a Huixtla en su vejez. Viajó en transporte colectivo. Nos acompañó en Tiza, barro y carbón, el centro cultural creado por Gustavo Gálvez Kobeh al que varios afines nos habíamos sumado; Arredondo tenía que participar después de una actividad previa, consistente en dos horas de lecturas en voz alta, que el público había escuchado gustoso, pero al final se miraban rostros cansados, algunos somnolientos. Pensamos en la posibilidad de cancelar la presentación del maestro, pero él no lo permitió. Tomó el micrófono, sonrió, con la franqueza y amplitud que lo caracterizaba y empezó a hablar.
……….Una de las autoras, cuyos textos habíamos leído, era Ana Clavel, amiga suya: nos dijo que le platicaría que, en un pueblo olvidado de la costa chiapaneca, leíamos en voz alta fragmentos de su Cuerpo náufrago.
……….Arredondo presentó el libro que había publicado en aquel momento: El camino a Bagdad está lleno de tentaciones. Encendió a todos con la chispa de sus anécdotas; agregó, después de presenciar nuestras lecturas, que se llevaba otra percepción de Huixtla, ajena a la que él recordaba. El público aplaudió emocionado. Él nos correspondió enviándonos desde la ciudad de México en que vivía, un lote de libros de su autoría, autografiados, para quienes formábamos parte de Tiza.
……….El Soconusco le quedó a deber. Nunca un homenaje, un reconocimiento que hable de su obra irrepetible: ni el mismo se volvió a repetir. Después de Gozoología mayor ninguno otro de sus libros, aunque buenos, volvió a alcanzar las mismas alturas; excepto Las mariposas de la Tía Naty y Yo se lo dije al presidente, ambas de Roberto López Moreno, ningún otro narrador soconusquence ha regresado a la hazaña de un libro de cuentos, en situación cimera.
……….Voy a escribirle y saludarlo, me dije un día. Le escribí y la respuesta fue silencio total. Después, la noticia de su muerte. Varios años de no escribirle me abonó como alumno suyo y afecto, a la displicencia de quienes han olvidado el reconocimiento a su trabajo artístico. Nos quedamos huérfanos de su obra y su amistad. Quien lo conoció en la radio lo recuerda afable, cariñoso. Quien lo recuerda comentando algún texto lo recuerda con halagos y críticas bienintencionadas, a veces duras, pero siempre llenas de afecto.
……….Para honrar su memoria, debiéramos realizar en Chiapas el homenaje que en vida no tuvo: así, con cariño, afectuosos, con la sonrisa también amplia. Un premio nacional de cuentos con su nombre podría ser tal vez un guiño justo que, de entrada, el gobierno de Tapachula en tanto tierra natal, debería de proponer y patrocinar. De lo contrario nos queda su obra. Leerlo, será siempre lo mejor.

Wilber Sánchez Ortiz (Tuzantán, Chiapas, México, 1980). Escribe narrativa y a veces incursiona en el ensayo. Por su trabajo creativo ha sido becario del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) en dos ocasiones; ha colaborado en un par de antologías (Nueva literatura del Soconusco de Gustavo Gonzzalí, CONECULTA, 2006 y en La identidad Chiapaneca a través del cuento de Irma Contreras, UNAM, 2010). También ha publicado cuentos en varias revistas impresas y electrónicas. Arbolario fue su primer libro de varia invención (CONECULTA, 2009). Su libro de ensayos Los tuzantecos, está próximo a ser publicado, también bajo el sello de CONECULTA.