(Costa Rica, 1969). Sociólogo con una especialidad en comunicación social. Docente universitario, investigador social, ha trabajado por más de 20 años el tema de las movilidades humanas centroamericanas en distintas dimensiones. Ha publicado poesía y narrativa en editoriales de Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica. En 2019, publicó un ensayo titulado “Déjennos pasar. Migraciones y trashumancias en la región centroamericana”, en la Editorial Amargord, España, con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría, Ensayo, en Costa Rica. Ha sido invitado a Festivales Internacionales de Poesía a nivel Latinoamericano. Ha organizado eventos literarios relacionados con la migración, como encuentros, lecturas y talleres, a nivel regional centroamericano.
Poemas inéditos
Centroamérica in love
Una cerveza se sienta en la barra. Mis sentimientos es una teoría que Angeles Azules desplegó como bandera. Alguna mascarilla evita millones de gotas de amor. Pero las aguarda. De Sula salen cientos de hormigas a construir patria y dios, aunque ya no estén presentes. Cerveza, Dios, la patria. Mis sentimientos.
Traduccion libre y arriesgada sobre una version minima de “estas botas estan hechas para caminar”
La he visto sucumbir
en la primera estrofa.
Cierta feligresía aplaude,
no cree en su caída.
Levanta la ceja derecha
inclina sus hombros
como en la sección social
de un periódico
que envuelve ramas
de orégano.
Al pasar
de la segunda
a la tercera estrofa,
ya más avivado
el tempo,
mas acompasado,
como si en verdad fuera
falso bossa-nova,
se apoya
en un homínido del sur.
Devela en él
su ars poética:
los hombros
son dos mariposas
curadas de quietud.
Al fondo
de la escena
(toma en tres
cuartos de plano)
un soldado viajero
recompone su quijada.
Ella reacciona,
la guitarra marca
urgencia
rápida,
rasgada
grave.
Ambos caminamos ahora.
Erguidos.
Nos importunan
acaso
las mariposas
y los cientos
de cuerpos
que ese día cederán
a la quirúrgica
del misil
y su yo afónico.
Me falta
su confesión
acerca de andar
en amplia sombra,
el derecho humano
irreductible
de hacerlo
en dos pies.
Descubrir con ellos
vistas lejanas,
cosas nimias
el fuego,
por ejemplo.
Ceniza
Encuentro
de una filosofía profunda
tu debate
sobre esos niños
caminando por Corrientes.
Es su mejor canción,
dijiste.
Yo también los exilié
y les compré flores.
Los vi pasar
cerca del teatro,
pero no sentí
más compasión
que vos
a sus horas
sin retorno,
a sus hambres tibias,
al asedio de sus noches.
Les devuelvo
su humanidad
y solo sal
compone sus registros
de voz y viento.
Me desdibujo
a la fragilidad
del segundo,
su polígono líquido,
lo sumario qué hay
en sus juegos y apuestas
acerca del delirio.
Llego hasta aquí,
donde dice
caminar con precaución
tus orillas exactas.
Brinqué tus comisuras,
hice canje
y me llevé a la faz
de la tierra
tu sol,
tu pan.
Desbaraté auroras.
Las pintas
sin deshacer
de tus muslos.
A pesar de mí
a pesar de la mala prensa
sobre mis pasos,
de la casa
que se sobrepone al ruido
de las hormigas
y sus proyectos en construcción.
Es aquí
que debo empezar a escribir
en caligrafía
de hortelano,
con piel y siglos.
Ya no creo pertenecer
a tus ojos profundos,
con su calor tengo,
su rasgo de certeza,
horizonte,
amago.
Saldré temprano
por los patios
a descalzarme
sobre tus hojas secas,
circundar tus viñetas,
saciarme con su luz,
vivir el desaforo
de las últimas ventiscas.
Dejar que la intemperie
haga su trabajo,
que esa sea su naturaleza
y no la mía, la falible.
Como tren urgente
oruga en expansión,
madera y fósforo.
Alguien
aquí
dice
y no dice verdad.
Levanta polvo
con el peso
de sus palabras.
Alguna trampa
debe tener
el salto al vacío.
Alguna estrofa escondida
hay en el clavel
que te puse en la mano.
Soy mármol
y a eso huelo,
si me ilegalizas
en todas
las posibilidades
de tu cuerpo.