Podría parecer que las tareas de renovación poética –y por extensión lingüística– de nuestro idioma, iniciadas en su momento por poetas como Boscán y de Herrera, han cambiado su rumbo: la renovación va, más bien, camino hacia las rupturas totales. Así, en esta búsqueda de la nueva identidad, existen, todavía, quienes creen frívolamente en los oficios del Neólogo y las infinitas posibilidades de manipular la simiente del lenguaje. Desmemoria del rey sonámbulo (Monte Carmelo, 2015) tiene una