Aquí, el poeta se detiene a ver y a escuchar, para luego rumiar, cuestionarse. Una vez que surge la idea con su tronco, sus ramas, sus hojas y raíces (véase “No quiero ser un árbol”) busca forjarla con sensibilidad, ritmo y cadencia. De esta manera, las metáforas se construyen a partir de las preguntas que lo asaltan, preguntas insolubles que llegan casi siempre al mismo puerto: a tomar decisiones manifiestas, a optar por aquello que ayude a constituir un camino de justicia. Parecería que Tonalmeyotl dijera: el impulso de las palabras no siempre es el de permanecer, a veces ellas solo quieren pasar, irse al carajo, perderse en los recodos.