Sobran las apologías de la obra de Bob Dylan y sus méritos artísticos y, para ser más específico, literarios, para recibir el Premio Nobel de Literatura 2016 (pues, como atinadamente dijo el poeta y también cantautor Leonard Cohen a este respecto, darle una medalla al Everest por ser el monte más alto, resulta una obviedad), en cambio, me parece menos estéril discurrir sobre el trasfondo que subyace en la razón expresada por la Academia Sueca para otorgarle este premio y el camino que esta decisión abre en la