La misma madrugada en que la comunidad literaria esperaba el anuncio del nuevo premio Nobel, escuchamos de la muerte de Enrique Servín. Siempre dule cuando un bueno se va, pero cuánto más duele la muerte perpetrada a manos de la delincuencia. ¿Dónde está el valor de la vida hoy día? En qué rinción no hemos de replegar los que creemos todavía, como Servín creyó, que la palabra vale; que el amanecer con sus colores todavía merecen la pena madrugar. Incansable luchador del derecho a la lengua, a la subsistencia de la lengua