En una literatura donde abundan los poetas que hablan desde un yo que a nadie le importa, es necesario reconocer aquella poesía que muchos miembros del establishment literario han marcado peyorativamente como reaccionaria o contracultural. A esta línea pertenecen los infrarrealistas, algunos escritores de la disidencia sexual como Abigael Bohórquez y Ulises Carrión y, más cercanos a nosotros, Luis Felipe Fabre y José Eugenio Sánchez. Antonio León, con su libro Consomé de piraña, se suma a esta otra tradición de la poesía mexicana, con textos que se muestran auténticos en sus motivos, en ocasiones desenfadados y excéntricos, pero siempre punzantes.
Consomé de piraña debe calificarse como un libro que apuesta por el joteo como una estética literaria. El autoescarnio, esa excelente defensa ejecutada antaño por Salvador Novo, está presente en casi todo el libro. El primer poema, mamars poética, sirve como un arma que desarticula el aparato retórico de la poesía canónica, este es mi poema de ir a la mierda en bobsled / en la olimpiada del cambio climático. Léase este primer texto como la justa respuesta de Antonio León ante el ars poetica de tantos otros. Bien podemos decir de Consomé de piraña que se trata de un poemario para irse a la mierda y festejarlo.
El autoescarnio, como ya ha reflexionado Carlos Monsiváis, es una estrategia de defensa a priori frente al heterosexismo, una especie de inmunidad venenosa a cualquier insulto. En nuestro mundillo literario, la heteronorma toma muchas caras, y actualmente está vivificada por esas novelas que nada nos dicen, o esos poemas que exaltan con el lugar común algún cuerpo objetificado. Algunos otros textos de Consomé de piraña, como cuatro breves poemas culeros, continúan el ejercicio de desarme de la retórica tradicional, este poema siempre no vino / estaba muy culero.
El desenfado cómico frente a la ortodoxa tradición de la poesía mexicana es evidente. El autor nos invita a reflexionar respecto a la relación de los escritores de la sexodisidencia frente a otros actores de nuestra república de las letras. En este sentido, Consomé de piraña es también un ejercicio de autocrítica: ¿en qué cree usted que estriba su amistad / con el poeta heterosexual?
Antonio León y su joteo literario corresponden a un estilo que podríamos denominar sad boy camp. Susan Sontag había señalado en su famoso texto de 1964, Notes on “Camp”, que la sensibilidad camp y la tragedia son antitéticas. Sin embargo, en Consomé de piraña estas dos formas de concebir el mundo están en constante tensión. La del autor es una maniobra de sabotaje a su propia sensibilidad, donde parece que triunfará la excentricidad del poema, se nos deja ver en una o dos líneas la tristeza y la crueldad del mundo que habita. Por ejemplo, yo era gorda pero a mi amiga la quisieron levantar en la calle.
A lo largo del libro tenemos textos que muestran una extroversión fantástica, poemas de corte paródico y con referencias populares, pero van siempre cosidos con un hilo de desesperanza y reflexión que no serían propios del camp tradicional. De momentos, Antonio León nos muestra la imposibilidad de la sensibilidad camp para escapar de un contexto social cargado de violencia inhumana. Versos como quiero decir que no deseo cambiar al mundo / sin haberlo rasurado de hermosos sicarios desde la nuca contrastan enormemente con el tono festivo del escritor.
El camp de Antonio León es una escenografía extravagante que se desarma en frente de la audiencia, es la forma en la que el autor nos dice que es imposible escapar, por más joteo que hagamos, de la guerra contra las drogas y sus saldos.
Este poemario nos ayuda a borrar la inexistente división entre lo que algunos llaman alta y baja cultura. Nuestro poeta nos invita a permanecer integrados incluso cuando estamos siendo asediados por apocalípticos. En Consomé de pirañaconviven seres horribles como narcotraficantes y heterosexuales, leyendas del espectáculo como Patty Chapoy y Luis Miguel, y algunos santos patronos de la sexodisidencia como Federico García Lorca. Con referentes cruzados y una ejecución natural, a lo largo del poemario vivimos esas fuerzas casi encontradas de querer celebrar la teatralidad del mundo y de hacernos responsables por lo que ocurre en él.
El camp es una sensibilidad más que un estilo, corresponde a un humor típicamente homosexual, excéntrico, paródico, y extravagante. Antonio León y sus referentes pop, Antonio León y sus visiones trágicas de una sociedad descompuesta, Antonio León y su melancolía camp. Este libro nos invita a preguntarnos, ¿se puede hacer camp en Mexicali después de la guerra contra el narco?
Jesús de la Garza (Montemorelos, 1994). Es autor de Óxido silvestre (2019). Fue merecedor del Premio Gonzalo Rojas de Poesía 2017 en Chile. Además, ha sido becario del programa ISSSTE-Interfaz en 2015 y del Centro de Escritores de Nuevo León en 2018.