Cuando en 1970, María Stern le preguntó sobre cuál de los géneros literarios que cultivó le acomodaba más, Rosario Castellanos le respondió:
Cada una de estas actividades, en su momento, cumple con mayor perfección lo que yo deseo hacer. Desde luego la poesía es la que saca a la luz los sentimientos más íntimos y la que me deja más tranquila, más satisfecha, más contenta de haber hecho algo que está más allá de mi voluntad, y en muchas ocasiones, más allá de mis posibilidades. Ahora bien, el ensayo me parece muy importante porque me aclara problemas teóricos, y el periodismo me permite tener un contacto directo con una gran masa de público.
Rosario sabía que la literatura de calidad, “por el alto índice de analfabetismo” y por la “poca difusión de las obras de arte” continuaba siendo una actividad de minorías para minorías. Quizás por esto, su obra literaria no fue completamente valorada en su época, y es hasta ahora, con las recientes publicaciones de su obra ensayística y periodística cuando su figura está adquiriendo una dimensión insospechada para sus críticos e, incluso, para sus mismos lectores. En el Encuentro Nacional de Escritores e Investigadores del año pasado, un investigador afirmó que el origen de su escritura habían sido los temas sobre el indígena y la mujer, y que este aspecto ideológico se convertiría en un lastre intelectual que le impidió en ciertos momentos de su carrera, contar llanamente una historia preocupada en exceso en reclamar sobre la mujer y sobre el indígena.
Consideramos que ni su aspecto ideológico –indigenista, feminista- se convirtió en un lastre intelectual que le impidió contar una historia preocupada en exceso por reclamar las reivindicaciones sociales. Lo que hizo que Rosario fuese en ocasiones rechazada y no valorada verdaderamente en su dimensión, por la crítica, fue quizás su inteligencia, lo mismo que le ocurrió a Sor Juana, en su época. Ella misma aclaró, con respecto al aspecto social, en entrevista de María Stern:
Creo que actualmente lo que ha dado gran vitalidad a la literatura latinoamericana es su contenido social, pero lo que está dando la calidad, lo que hace posible la traducción a otros idiomas, es el manejo del lenguaje como un valor en sí mismo. Creo que en la posibilidad de equilibrar el mensaje con la forma es donde puede hallar su mayor mérito la literatura hispanoamericana.
Decía Raquel Toral en un artículo titulado “Rosario Castellanos o el compromiso olvidado” publicado en una revista del ICACH de 1978 que la literatura latinoamericana necesitaba desprenderse en esa época más que nunca, de las ataduras europeas y comenzar a pensar seriamente en sí misma. “Las preguntas de Sartre, ¿para qué escribir?, ¿para quién escribir? comienzan a ser el punto de partida para la mayoría de los escritores. Pero eso no es un hecho espontáneo sino que responde a las condiciones históricas que enmarcan los procesos de América Latina”.El compromiso de los escritores, menciona también Toral en ese artículo se impone con más fuerza
a tal punto que en nuestros días los libros no se leen sin antes estar seguros de la filiación política del escritor; esto lo declara Cortázar en Plural, en un artículo denominado Asalto a Julio Cortázar: “…Hoy los lectores piden cuenta. Necesitan saber quién es el autor, cuál es su posición política para poder leerlo. Se da el caso, por ejemplo en la Argentina, de escritores reaccionarios, no diré fascistas, que sólo son leídos por lectores de mentalidad reaccionaria, pero que no son leídos por el pueblo, por los estudiantes, por los obreros. Es un autor al que ellos desprecian, del que desconfían.
Rosario aclara que en Balún Canán se propuso “rescatar una infancia perdida y un mundo presidido por la magia y no por la lógica. Pero el equilibrio se rompía cada vez que este mundo me planteaba la exigencia de ser comprendido y explicado y no simplemente descrito”.Fue una exigencia a la que fue “cediendo paulatinamente” en sus relatos posteriores. Por eso en Oficio de tinieblas ya se basa en “un episodio histórico y lo reconstruye siguiendo los lineamientos que traza, según sus leyes, la imaginación”.
Sin embargo, a Rosario se debe el hecho de que los indígenas nacionales, aparezcan en sus escritos, por ejemplo, en Ciudad Real como uno de los elementos que constituye la realidad nacional mexicana y que por primera vez, son vistos, no sólo desde un punto de vista regionalista o antropológico, sino como actores que interesan también “a los escritores que se afanan por llegar hasta la raíz última de estas formas extremas de la desdicha humana”.Criticar esto en Rosario, sería como criticar a Tolstoi por narrar la vida de los campesinos rusos. El tener una visión crítica de lo que se está describiendo es quizás un valor más dentro de su obra, ya sea de la situación de la mujer o del indígena, pero en ningún momento su obra se queda en eso, diríamos que trasciende a lo social, al problema del indígena o de la mujer, la calidad literaria de su obra está más en la forma que en el fondo, sin dejar de ser éste también importante y un factor de equilibrio que no todos los escritores logran. Sergio Nudelstejer, intelectual contemporáneo de Rosario, amigo suyo, lo resume muy bien cuando habla de Oficio de tinieblas:
Es así como en Oficio de tinieblas (1962) logra dar cuerpo a un tratamiento profundamente crítico de la opresión, en términos más analíticos que otras obras en la literatura mexicana, teje con gran efectividad una trama casual en que se relacionan los factores de clase, raza y sexo.
Una de sus estudiosas, Aralia López González afirma que esta novela con relación a otra novela nacional La región más transparente de Carlos Fuentes (1958) “fue desplazada en muchos sentidos con base en valores literarios apegados a la racionalidad patriarcal”. Y esto es cierto, los críticos de la época, en su mayor parte hombres, dieron mayor importancia a la novela de Carlos Fuentes que a la de Rosario Castellanos. Hoy, dice Aralia, “nos resulta bastante familiar el campo de los estudios y de la crítica culturales y, dentro de ellos… están la reflexión feminista o los estudios de género”:
Siempre hemos pensado que en muchas ocasiones, los parámetros para juzgar la obra literaria de las mujeres, han sido y siguen siendo extraliterarios. Recordemos también que Rosario murió joven, en la plenitud de su creación, y que si bien en Los convidados de agosto siguió abordando este tipo de problemática social, ya en Rito de iniciación planteó, como ella misma lo aclara, “una problemática diferente y, en consecuencia, ensayo -dijo- un estilo del que aún no me siento completamente dueña”. Aralia López González dice, al referirse al prólogo que hizo José Emilio Pacheco, uno de nuestros mejores escritores, de su libro póstumo El uso de la palabra (1974), pocos meses después de su muerte, “que en muchos sentidos, Rosario Castellanos está todavía por descubrirse y comprenderse”:
Cuando se relean sus libros se verá que nadie en este país tuvo, en su momento, una conciencia tan clara de lo que significa la doble condición de mujer y de mexicana, ni hizo de esta conciencia una materia misma de su obra, la línea central de su trabajo. Naturalmente, no supimos leerla.
Rosario Castellanos incursionó en los más importantes géneros literarios: la poesía, la narrativa (en el cuento y la novela), el teatro y el ensayo. De pocas escritoras mexicanas se puede decir lo mismo en el siglo XX. Rosario escribió tres novelas: Balún Canán (1957), Oficio de tinieblas (1962) y Rito de iniciación (novela publicada en forma póstuma, en 1996 y a la que consideraba todavía inacabada). Las dos primeras, junto con sus cuentos en Ciudad Real (1960) han sido considerados por Elena Urrutia, como
la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana del siglo XX… que ponen ante el lector la opresión del pueblo indígena trayéndola a un presente que rebasa con creces los límites del siglo XX; sus dos otros libros de relatos nos descubren en Los convidados de agosto (1964), los prejuicios de la clase media provinciana, y en Álbum de familia (1971), a la clase media urbana.
De manera que sus temáticas y los géneros abarcados fueron ricos y diversos y no se consagró a un solo tema en su obra. Quien diga lo contrario, no ha leído ni la cuarta parte de lo que escribió Rosario. Es más, casi ninguno de nosotros ha leído todo lo que Rosario escribió.
Recientemente, la UNAM acaba de publicar tres tomos de su obra ensayística de los cuales se ha editado el primer volumen con el título Mujer de palabras. Elena Urrutia asegura que
los ensayos reunidos en este grueso primer volumen, y a lo largo de seiscientas nueve páginas que cubren un periodo que va de 1947, cuando Castellanos empieza a publicar ensayos y estudia en la Universidad Nacional Autónoma de México, hasta septiembre de 1966 –después de la renuncia a su puesto de la UNAM y su salida de México por un año para ir a impartir clases a los Estados Unidos- ensayos que sacan a la luz una parte de su cuantiosa producción “inexplicablemente ignorada”como señala su compiladora Andrea Reyes- y revelan un ángulo más, rico, variado, plural de nuestra autora.
Estos ensayos publicados durante todos esos años en la prensa han sido recopilados en tres tomos cuyos artículos han sido divididos, por cuestiones metodológicas en siete temas principales: la vida en México, Israel, anécdotas autobiográficas, la mujer, el mundo (asuntos internacionales), y la maternidad, en combinación con la educación de las nuevas generaciones. En sus ensayos que fueron publicados en libros abordó temas de la literatura mexicana como la fascinante economía de Tenochtitlán, la novela mexicana contemporánea y sus tendencias, la novela mexicana y su valor testimonial, el idioma en San Cristóbal de las Casas, Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonso Reyes, Efrén Hernández, Sergio Galindo, Emilio Carballido, Tomás Mojarro, Sergio Fernández, Juan García Ponce, Ricardo Garibay, Juan Rulfo, y Carlos Monsivais.
Sobre literatura latinoamericana abordó la obra de Pedro Henríquez Ureña, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, José Donoso, y en la española, escribió también ensayos sobre Santa Teresa, sobre la picaresca, Juan Goytisolo y otros autores españoles. Sobre literatura francesa comentó las obras de Simone de Beuvoir, François Mauriac, Claude Roy y el Marqués de Sade, entre otros; en la alemana, tocó temas sobre la obra de Heine, Lessing, Bretch, Thomas Mann y Musil; en la inglesa, reflexionó sobre Virginia Wolf, T. S. Eliot, Grahan Greene, Kappa. Escribió incluso sobre autores japoneses y de otros países europeos poco conocidos en México, lo cual demuestra su disciplina con la lectura y su amor a la literatura. Tiene también algunos ensayos que hablan sobre el intelectual, el escritor y su público, el literato, la novela, la libertad de expresión y una tentativa de autocrítica, además de todos aquellos que abordan la situación de la mujer en varias temáticas. Esto demuestra también la versatilidad y rigor intelectual que Rosario tuvo a lo largo de su obra ensayística y periodística.
Sus ensayos son equiparables a cualquiera de nuestros mejores ensayistas mexicanos: Alfonso Reyes, Octavio Paz o José Emilio Pacheco. Entre sus libros de ensayos, Urrutia menciona aquellos “reunidos en 1966, Juicios sumarios, siguió Mujer que sabe latín (1973) y, póstumamente, El uso de la palabra (1974) y El mar y sus pescaditos (1975), y por último, los cuatro ensayos recogidos en “Declaración de fe”, sacados a la luz por Eduardo Mejía para Alfaguara, en 1977”.
En teatro figuran por otra parte: Tablero de damas (1952) y la farsa teatral El eterno femenino (1975). Sin embargo, no hay que olvidar el hecho de que Rosario destacó también en la lírica y en la ensayística. De la primera, publicó catorce libros de poemas desde 1948 hasta 1972. Sus tópicos y temáticas en la poesía fueron muy variados: el desamor, la vida, la muerte, Dios, la Biblia, la amistad, el erotismo, la naturaleza, la mujer y su perspectiva feminista del problema de género, los indígenas, los artesanos, las lavanderas del Grijalva y las escogedoras de café en el Soconusco, la naturaleza, el destierro, el exilio, el suicidio, pero también critica la moda, las convenciones sociales, las labores consideradas típicamente femeninas, el mundo intelectual, la soltería, la autoridad patriarcal.
Rosario tenía claro que tendría sin duda a veces críticas adversas y que su obra no sería comprendida en su totalidad y sabía el porqué. Dijo en una entrevista:
a lo largo de la historia, la mujer ha sido fundamentalmente un mito. Este proceso mitificador (en el que ha sido víctima y cómplice), nos ha dado imágenes falsas de la mujer que impiden la contemplación libre y directa de ese ser que han sustituido…Tenemos entonces, una visión distorsionada de lo que es la mujer, su naturaleza verdadera. Hasta el punto que para conocerse a sí misma, la mujer ha de enfrentarse a esas falsa imágenes, rechazarlas y empezar a crear su verdadero rostro”… “ser mujer en México, es un problema y esto hay que planteárselo en forma lúcida. La forma de hacerlo, es poner en crisis esos mitos sobre la femineidad con que vivimos, examinarlos y ver como son absolutamente inaplicables a la realidad.
Daniel Robles Sasso la describió diez años antes en la revista del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas de esta manera:
Sola, ceñida al universo. Vigilante terrestre, insiste en dar con algo. En dar contra algo. Contra un pez o una gota de lluvia, hasta romperse. Hasta decir la vida palabra por palabra. Desde lo hondo de su oscuridad luminosa, ciega, como quien por primera vez pone los ojos para llorar la vida, lo ve todo. Abierta como la ventana perpetua de su vuelo, inquiere, juzga. A un tiempo actriz y espectadora, entra de noche al teatro del quehacer de la historia, sigilosa, delgada, tenaz, escurridiza.
Sí, escurridiza, pero abierta como una ventana desde sus poemas, permanente en las letras mexicanas, existente en su obra que perdurará más allá que lo que sus contemporáneos vislumbraron. La obra de Rosario Castellanos representa el producto de una de las inteligencias más claras y vivas de nuestra cultura en el siglo XX mexicano y ocupa ya un lugar de primerísimo orden en la literatura hispanoamericana. Emmanuel Carballo, por su parte, mencionó en su libro Protagonistas de la literatura mexicana que: “Rosario Castellanos desterró el lugar común de la inferioridad de la mujer respecto al hombre: su inteligencia, coherencia y aptitud estuvieron por encima de casi todos los miembros de su generación”. De Rosario, nos queda como herencia una enorme riqueza a redescubrir, o como dijera Alaíde Foppa “nos queda la obra de Rosario, toda su obra, para releerla, para meditarla, para descifrar bien su mensaje. No es poco. Pero ella nos seguirá faltando”.
Publicado originalmente en La Pájara Pinta, nº 23, A.P.P., 2005.
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REFERENCIAS
- Stern, Julia. Mujer que sabe latín (entrevista), México, julio de 1970, p. 42.
- Stern, Julia, Ibíd., p. 42.
- Toral, Raquel. “Rosario Castellanos o el compromiso olvidado”, en la Revista Universidad Autónoma de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Vol. I, Núm. 4, enero de 1978, p. 29
- Ibíd., p, 31
- Castellanos Rosario. “Sobre literatura”, en Juicios sumarios. P. 221.
- Ibíd., p. 221.
- Nudelstejer, Sergio. La poesía es la palabra, Homenaje Nacional a Rosario Castellanos, Encuentro Nacional de Escritores e Investigadores, Tuxtla Gutiérrez, agosto de 2004, p. 4.
- López González, Aralia. “A propósito de tareas difíciles. Rosario Castellanos y las narradoras mexicanas contemporáneas”, en Primer Congreso Internacional de Literatura, medio siglo de literatura latioamericana 1945-1995, (Compiladores: Domenella et al.) U.AM., México, 1997, p. 233.
- Ibíd, p. 233.
- Nudelstejer, Sergio. Op. Cit. p. 222.
- Veáse la obra de López González, Aralia donde se refiere al prólogo de José Emilio Pacheco, Op. Cit. p. 239.
- Lopez González, Aralia, Op. Cit. P. 239.
- Urrutia, Elena. “Rosario Castellanos. Despertar de la conciencia feminista”, en Revista de la Universidad de México, México,(Nueva época, Núm. 16, junio de 2005, p. 76.
- Ibíd., p. 75.
- Ibíd., p. 76.
- Ibíd., p. 76.
- Klahn, Norma y Jesse Fernández. Lugar de encuentro.Ensayos críticos sobre la poesía mexicana actual. Katún, México, 1982, pp. 77-78.
- Robles Sasso, Daniel. Revista Ichach, 1974.
- Carballo, Emmanuel. Protagonistas de la literatura mexicana, SEP, Ediciones del Ermitaño (Col. Letras Mexicanas), México, 1986, p. 533.
Marisa Trejo Sirvent es profesora universitaria, antóloga, poetisa y ensayista mexicana.