(Zamora, España 1979). Es graduada en Magisterio por la Universidad de Salamanca y estudiante de 4º curso por la UNED. Autora de La desarmonía del vínculo (2º premio nacional de poesía Gabriel y Galán, 2019) y cuatro poemarios más; Al son de edades (Editorial Celya, 2008), Arritmias (Instituto de Estudios Bercianos, 2012), Los peces del duelo (Editorial Evohé, 2016) y Memoria de la carne (Editorial Evohé, 2017) y cuya publicación en Editorial Mantis, México, está en proceso y verá la luz en los próximos meses. Además, es colaboradora en varias revistas especializadas en literatura tanto en México como en España y autora de La ciudad del poeta, novela que vio la luz en Amazon en 2016 reportándole numerosas buenas críticas por parte del público lector.
POEMAS
Su abuela creó un lenguaje para él:
Palabras con arena
para nombrar las cosas
de las que despojarse
en caso necesario.
Desnudas en su vientre aquellas otras
mordidas por la luz que bien sabía
de tanta era verano.
El silencio para decir la muerte.
A los ojos del niño
la vida inmóvil que viene a mostrarse.
Para la noche el bosque y todo el miedo
capaz de guardar en cuentos
………………………………….la abuela.
Porque ella hizo el lenguaje,
nunca el dolor, la pena o la tristeza.
Para ella son las cosas que no dice.
(La desarmonía del vínculo, Premio Gabriel y Galán)
A mi madre. Y para Juani y para Nines.
La delicadeza habita en las madres
con su minúsculo impulso.
Ellas saben que el presagio fermentado no es la sangre
imposible bajo el peso de las flores.
Escuchan el sonido imperceptible
de hijos enraizándose en las manos.
Ha dejado huella la espuma en los suelos de casa;
un puñado de niños invisibles.
Mi madre se peina su vejez blanca.
Nunca he sido hija hasta que fui madre.
(Memoria de la carne, Evohé)
La tita lloró en el vientre de la abuela antes de nacer
Su don sería poder comunicarse con los muertos
preguntarles si sus cadáveres pesan como océanos profundos
o apenas sus imágenes son el baile ligero de sus almas
Pero la tita no quiso su don:
Comparte con los vivos
el derecho a sentir el miedo
en su propio cuerpo
(Memoria de la carne, Evohé)
AIMAR
A mi hijo.
Aimar tiene forma de niño.
Despierta con sed y mimo
el rincón olvidado de mi infancia.
Preciso es advertirle del peligro
que corre en su contra
como una suerte de criatura
que cediendo se adormece, día a día. Noche
tras noche.
Salta, mi niño, el mundo.
Él se cuelga de mi estatura
mientras nado en el líquido azul
de sus ojos,
mientras duermo en el blanco
de su piel blanca un perfil
breve de sueño.
He parido tanto amor
que mis entrañas vacías
se apresuran a vestirse, todavía.
Tiene forma, mi hijo, de niño.
La tez pálida y los músculos rojos,
colorados y fuertes de niño.
Cuánto engordan mis palabras,
él qué poco, cada día.
(Los peces del duelo, Evohé)
FÁCIL
Y como heme aquí cosida al mundo
acerqué la boca al agua
y bebí.
(Arritmias, Instituto de Estudios Bercianos)