(Ocozocoautla de Espinosa, Chiapas). Doctorante en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA). Realiza la cápsula radiofónica Ex libris para el programa Andares, la cultura y sus rutas del Sistema de Radio, Televisión y Cinematografía de Chiapas. Es autora del poemario Atajos para llegar a nadie (SE del Estado de Chiapas, 2011), Peldaños (UNISON, 2012), Trozos de azogue (Nueva York 2013), Ajedrecístico (CONECULTA, 2018) y su trabajo de investigación está incluido en el libro Tomar la palabra (Juan Pablos Editores, 2016). Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico 2011 y es Premio Estatal de la Juventud 2010 en la categoría de Poesía.
Fragmentos de La felicidad era un trozo de mármol, de Matza Maranto
FRAGMENTOS
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El cielo tiene la fragilidad de pájaro: a la puesta de sol, se inclinan nuestras plegarias, cada pan lo invita a nuestra mesa. Nuestro padre dice que poseemos su gracia, pero en nuestras manos sólo se observa el transcurrir del tiempo. El cielo tiene la fragilidad de un pájaro, nada podemos hacer para predecir su vuelo.
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La tristeza es la enfermedad del reflejo: la más pequeña de la casa ha impregnado las sábanas de colores solares. Durante días no pudo sostener el habla y su mirada era lejana. La madre acertó en la receta: llevamos a la pequeña al río, ahí ensartamos un collar de limones y con cada pez regresó el lenguaje y el tiempo del mundo.
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El rumor de los insectos habita la casa: mi madre ha llorado toda la mañana, se distraía en algún quehacer, fruncía el ceño. Por la noche mis hermanas husmean en las rendijas. Esa mujer observa su sombra, filamento que se extingue. Eso vemos, sombras y filamentos.
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El patio de la casa da indicios de una nueva vida, con el amanecer se extingue quienes fuimos la noche anterior.
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Abro los ojos, observo
puertas conducen
al abismo, ruinas indican
el comienzo, dados suspendidos en el aire.
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Este lugar
tiene el alboroto de mi sangre,
metros abajo la lluvia me lleva por las laderas.
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La única certeza es el amanecer:
sé de mis pasos
por el tiempo, ningún pecado
es el origen.
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Pido silencio
para no herirme.
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Mis pisadas
se escucharán por otro sendero.
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La afonía nos gobierna
como
primera luz de la mañana.
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No estoy solo,
abro mis manos,
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mi fe
me sostiene.
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Ante mí
el océano y sus barcos,
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sobre mí
la exactitud del universo.
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He bebido de la plenitud
como el ahogado.
Sergio
julio 30, 2019Tengo oídos pero no oigo, tengo ojos pero tampoco veo solo se que soy consciente de mi inconciente ni siquiera totalmente tan solo parcialmente, la plenitud me envriaga alusinado de extinguirme, así continuo hasta que cae la noche.
(cheneke)