El silencio es anónimo, posesión común, vacío que debe ser siempre tentado y en que se desenvuelve este poemario fantasmagórico. El ejercicio de leer este libro es el de desvelar la vida, de conocer, a través de la poesía, una verdad íntima: la muerte como invención humana.
En esta otra vida, que descubre el poeta a través de la muerte de la abuela, las visiones ya no se ven, sino que se oyen, y los ruidos se descubren ahora con la vista; toda sombra, en los rastros de humedad en las esquinas y paredes, todo sueño, es una oportunidad metafísica de la aparición. Así
una gota que yace en la estalactita del sueño
puede bien despertar al difunto en su caída:
que te regresa del mundo más allá de los ojos,
para sentir una llama,
para acostarse sobre una alfombra de flores,
frente a un altar donde se alumbra tu rostro.
Pero también en la memoria es donde viven los muertos, en el flashback, en ese punto exacto de la infancia donde cabe decir que el ventilador marca el giro donde la corriente acumula un fresco tráfico de ángeles: esa nostalgia de aquel precioso tiempo lejano que ahora es hoja apenas desprendida. Flashbacks, pues, que nos vienen en las fotografías que colgamos en esa pared tan triste de tan larga, en los corredores y pasillos, a lo largo del panteón municipal, en la casa propia. Recuerdos que se someterán a la prueba del entierro, de ver si hay una forma de morirla para siempre. Pero no la hay porque un muerto
Es la mentira en el lenguaje de la ciencia
por el que las mariposas negras
se posan a morir,
estáticas,
en las esquinas.
Fernando Trejo descubre en su indagación metafísica que estar en lo fantasma / es el proceso de quedarnos en todo lo que amamos, una forma de la eternidad que existe en cada lluvia, en toda pared, siempre que Ponyo ladra a los retazos de luz / que mi abuela desperdiga y descompone a su paso, que son los pasos que da la Negra para que ella, la abuela, camine también, y poder llamarla: Negra, / maúllame en la soledad.
Así, pues, se desdobla esta obra como un intento del poeta de llenar un pocito con el agua del mar, de contener la experiencia de la vida, de escribirla, aunque el mar se escurre entre sus dedos.
Izhar León (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas). Actualmente estudia la licenciatura en Lengua y literatura hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de Chiapas.