(Acapulco, Guerrero, 1992). Egresada de la Maestría en Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Obtuvo el Premio Estatal de Ensayo Literario Joven 2018 con el texto “Apología de la mujer que fui”. así como la Mención honorífica en el III Premio Nacional de Poesía Germán List Arzubide 2019 con su libro Cadáver de un hombre inventado, recientemente publicado por Paserios Ediciones y Nueva York Poetry Press (2020).
XI
Un hombre sumerge la palabra “padre”
en una botella de alcohol.
Abandona la palabra “hija”
en la esquina de una calle.
La ciudad devora la palabra “hogar”.
De Cadáver de un hombre inventado
.
.
I
A papá
le diagnosticaron incontables
enfermedades:
cirrosis,
neumonía,
SIDA
toxoplasmosis.
Lo que nunca detectaron
los doctores
es que tenía
fracturada la infancia;
que el sentido de la vida
dejó de funcionarle;
que el órgano que regula la soledad
se le atrofió.
Sus equipos médicos no captaron
que un ave gris habitaba en su cuerpo.
Un ave que extendía sus alas al amanecer
y lo alejaba de las jaulas.
Que noche tras noche
buscaba cuerpos
donde descansar el vuelo;
que lo enflaqueció hasta convertirlo
en un árbol seco.
Un ave que transformó
sus palabras
en cantos tristes,
que solo se apaciguaban
con unos sorbos de alcohol.
Una radiografía
la hubiese mostrado
posada sobre su corazón
y el montoncito de plumas viejas
que dañó sus pulmones.
El diagnóstico mencionaría
que papá estaba desnutrido de lenguaje
e infectado de silencio;
que el aire que inspiraba se entretenía
haciendo piruetas con las plumas
y no llegaba nunca hasta su sangre;
que él ya no existía,
solo el ave.
Para curarse
papá debía amaestrarla;
enseñarle el camino
de regreso a casa
y el lenguaje;
cortar sus alas.
Pero los doctores no lo supieron.
Lo desahuciaron.
Cuando llevaba tres semanas
encerrado en el hospital
el ave comenzó a buscar la salida.
Levantó el vuelo un jueves de agosto
muy temprano;
entonces papá murió.
De Bestiario familiar
.
.
Lección dos
Papá aprendió a olvidar
a través del arte de la cetrería.
Amansó al ave rapaz que vivía en su pecho.
Lo entrenó usando como señuelo
una fotografía familiar.
Un día, el ave comenzó a cazar recuerdos,
atrapó nombres, los descarnó.
Es por ello que en la memoria de mi padre
hay una fosa clandestina
de recuerdos asesinados.
De Lecciones sobre el olvido y la ausencia
Ana Barousse
julio 23, 2021y lloré cuando leí este llanto, aunque no fuera un llanto sino un canto