Poesía,

Cuatro poemas de Diana Meza Luviano

Diana_Meza

Monte Hood

La primera vez que vi la nieve
quise gritar
imaginaba los copos redondos,
densos como en las caricaturas
eran tan solo hojuelas de agua triste
quise llorar
y nevaba,
no hacía frío
guardé los guantes.

Vi la montaña blanca
pero no supe sentir
no sentí nada.
Estaba rodeada de pájaros negros
sombras escandalosas
de plumajes premonitorios,
anochecía de día
y seguía nevando,
también pensé en mi perra,
imaginé sus patas de liebre
hundiéndose en el agua.

Es una locura
controlar el pensamiento,
la muerte se desea,
se desea la propia
pero más la ajena.

Aquí nunca sale el sol
y el agua del inodoro es potable
todo es claro
menos mi sombra,
en mi maleta guardo dos cosas.

Me encontré con un hombre,
su pelo es blanco
como la nieve que sacudió de mi cuerpo violáceo.
La muerte no se le desea a nadie.

.

Arrullo

¡Míralo al pobre! Tan pobre
de piecitos peregrinos
buscando la teta madre
de una niña somnolienta.

Te guarda en su capullo
de tela campesina,
¡pobre niño!
te acurrucas
con la boca de aúllo

y no lloras,
porque no hay consuelo
de la pobreza
paladeas el pezón derrotado,
agrietado por el hambre.

Te canta la niña sin infancia
y adormece con su arrullo
el tizne de tus ojos
¡Duérmeteme niño!
que despierto no hay alivio.

.

La femme imité

Esa voz
de loro atolondrado
y los ojos
de dátiles felinos
me han mostrado la ternura
que irradia
tu esqueleto despreocupado,

te mueves
con soltura sonriente
y recorres
cuerpos cansados,
con tus manos
de mujer líquida.

Te dejas querer por algunos,
unos cuantos,
otros muchos
que repasan tus caminos
truculentos.

Solo unos cuantos
algunos pocos
poquísimos
han llegado a la sierpe
de tu herida confusión
y duele.

En tu reptar de escamas dulces
se esconde el placer degenerado
envuelto en la pared rosada
del músculo firme y centelleante.

Son tuyos
los grandes pies
entallados en estrechas zapatillas,
el bolso plástico
y la paja sintética
que cae sobre tu espalda morena,

bailas en la orilla del mar
la marea metálica
y retornas en silueta de halógeno
todo lo transformas en bullicio
de risotada indiscreta,
en sudor
de testosterona pudorosa
que se escurre
en la vergüenza de tu cuello
con aroma de rosa.

.

Para Victoria

Madre primera
madre savia,
arrullo
de avena dulce.
Persigo
en tu pecho de nido,
la rítmica percusión
de una música silenciosa.

Conoces del pasado
imágenes frágiles,
de tu brutal demencia.

Inútiles son los intentos
por ponerte de pie,
con tus piernas laxas
de músculos derrotados.
Me pregunto
en qué pensarás.

Imagino la casa vacía de ti,
sin el olor que irradia tu carne
de madera y pan,
sin tus ojos,
promesa de llanto
o tu dentadura limpísima
danzando en el buró.


(Ciudad de México, 1988). Es egresada de la licenciatura en Literatura Dramática y Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Diplomado en Creación Literaria del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Ha publicado en la revista electrónica Bitácora de vuelos.

Revista literaria online cuyo principal objetivo es la promoción y difusión de la poesía, la literatura y el arte en general dentro y fuera de México. Síguenos en nuestras redes sociales. ↓

Opina