Conocí al poeta y artista plástico Ángel Carlos Sánchez en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, en 2003, en el marco del Festival “Chiapas de Poesía”, dedicado al poeta Juan Bañuelos —fallecido el pasado 29 de marzo—. En dicho encuentro literario, el primero en el que participé, encontré en Ángel Carlos esa rarísima combinación de escritor y persona honesta, cabal y comprometida ética y totalmente con la palabra, pero también con las demás esferas y aspectos de la existencia. Es decir, la postura de Ángel Carlos Sánchez con el arte, con la poesía, no sólo es estética, sino realmente humana y no puede separarse de sus firmes convicciones ideológicas. Escasos poetas se han mantenido, como Ángel Carlos, siempre al margen de todo “apoyo” de las instituciones gubernamentales o privadas, del común adocenamiento de quienes buscan reconocimiento en becas, premios, estipendios u otros incentivos por lo que escriben (o dicen escribir).
Disciplinado discípulo de Óscar Oliva y Juan Bañuelos, y cercano al pensamiento de José Revueltas, Ángel Carlos se ha forjado no únicamente un nombre entre la tribu de los poetas, sino que algunos de sus libros y el conjunto de su obra poética han sido plenamente reconocidos entre un selecto grupo de críticos y poetas de varias generaciones que han leído libros ya clásicos —y que bien podríamos llamar míticos— de la autoría del poeta guerrerense nacido en Acapulco, como Muriendo de amor por esa perra o Luz ultraviolenta (y ojalá que quien hace el favor de leer estas líneas no vaya a decir “ultravioleta”), sólo por mencionar algunos. Y si digo selecto no es por esnobismo, es porque los libros de Ángel Carlos han sido publicados en tirajes breves o en ediciones que en ocasiones han circulado únicamente de mano en mano por el mismo poeta, y también porque la poesía del oriundo de la acapulqueña colonia La Mira nunca cede ante ningún lector, no da pie a concesiones ridículas o cursilerías baratas. Es pues, la de Ángel Carlos, una poesía que causa escozor entre los estetas así como asombro y respeto entre los poetas.
Sin duda alguna, el presente Para no más es uno de esos libros que será de culto entre los varios de esta naturaleza que ha escrito Ángel, y no porque su obra sea concebida por él con el falso ánimo de la subterraneidad o porque busque deliberadamente pasar inadvertida (y luego quejarse de esto en Facebook, como todos los que nacen bajo el signo de la mediocridad: “yo no escribo para que me lean”), sino porque Para no más es un poemario escrito a partir de la inteligencia del lenguaje y dirigido no a los corazones, sino a los cerebros: pulidas joyas verbales plenas de significación poética, lucidez abrumadora y razón musical.
Así, quienes como el poeta Carlos Sánchez escriben una poesía que podemos llamar poesía del conocimiento—del mundo, del ser en sí, de la totalidad poética y de la vacuidad ontológica— sin renunciar a los poemas lúdicos que incluyen tanto el discurso testimonial que critica a los poderosos, como los versos de carácter burlesco y satírico donde se ríe de la vana banalidad o de la estupidez crónica de los hacedores del mal, es posible que no encuentren lugar acomodaticio entre aquellos lectores que se conforman y aún emocionan con la burda pirotecnia lírica, la verborreica construcción de lo que han dado en llamar neobarroco o peor aún, que edulcoran sus versos con la ridícula diarrea silábica de corte gastadamente erótico. Cierto es que en este libro Ángel Carlos muestra pleno dominio de las formas poéticas, como lo indica la particular plasticidad imaginativa de su discurso, la preocupación y dedicación de su trabajo en cuanto a la técnica, su profundo conocimiento del idioma castellano y su manejo de las diversas figuras retóricas, pero no existe en Para no más el apolillado afán didascálico del retórico bardo de academia —que pule tanto sus asépticas joyas poéticas que termina incluso por limpiarlas de poesía—, porque el guerrerense no quiere enseñarnos o demostrarnos que “sabe escribir” o hacer “poesías”, sino que desde el principio del libro nos arroja con toda naturalidad el veneno de sus perfectos dardos llenos de curare metafórico y metafísico, nos escupe con la exacta verdad de su denuncia las flechas labradas de su verbo que erizan el aire con su rítmica ira, pero no por ello dejan de ser menos mortales y paralizantes, porque la precisión de su palabra es tan concisa como el filo de su acidez crítica:
Pero el político luce su cinismo,
ni duda tiene el militar de su crueldad,
mordisquea la bondad el oligarca,
se decide a corromper lo oscuro,
empapa somnolencia con sarcasmo.
En este singular libro, uno de los que más me han gustado de Ángel Carlos en cuanto a la construcción de su andamiaje verbal —quizá por mis inclinaciones neologísticas y juegos líricos—, es necesario destacar la reflexión de corte ontológico y filosófico, amén de sus manías lúdicas. Una y otra vez en el transcurso de los poemas aparece la palabra “mente”, apelando precisa-mente a la perspicacia del lector, y sobre todo, hace referencia a la vacía espiritualidad de la humanidad y la actual búsqueda de sentido no en la inmaterialidad reflexiva, sino en la materialidad objetual, aquella en la que el ser humano hipermoderno encuentra su ‘proactivo’ ontos en el cosificador espejo del capitalismo duro, del infame consumo que todo lo consume, y consuma de este modo, su deshumanizadora labor que lo aleja de la hondura metafísica a cada paso que da (¿damos?) en el abismo cotidiano del tenerantes que del ser:
Pero, fácil fósil, la mente no lamenta
la mentada en intrascendente lógica
de la búsqueda de claridad por los rincones
y luce al final la luz menos afín,
el fanal sin afán que hace del hacer
un algo pseudo místico.
No debe extrañarnos que quienes lean este libro con enfermedad de legos o aquellos que apenas lo hojeen “entiendan” poco, ya que no es un libro para la lectura declamatoria —afortunadamente—, pues ya lo decía Gottfried Benn al respecto de la poesía en tanto obra de arte, como la de Para no más: “Con un poema no se puede en absoluto ser atrayente, agradar; debe, por el contrario, dirigirse a los cerebros y estimularlos, abrirlos a fuerza, irrigarlos de sangre y hacerlos creativos.”:
Para ser es necesario entrar en uno,
acabar de estar en el presente,
sentar un precedente de uno mismo
y contestar lo lúdico y el látigo
cuando la luz se descompone y roe las cosas […]
Cercano por momentos a la poesía de Max Rojas, Roberto López Moreno y Juan Gelman, Para no más evidencia y demuestra el poder de su poesía paradójica y la capacidad creativa de Ángel que, con la sencillez de su maestría, es capaz de crear y recrear el mundo a imagen y semejanza de sus páginas, llenas de sueños, silencios y una visión que podríamos llamar “plástica”, porque a cada tanto aparecen imágenes que no son otras que fotografías y el arte figurativo del mismo Carlos Sánchez, cuyas visiones oníricas pueblan con claridad su imaginario poético, ya que en algunos poemas pareciera no escribir, sino pintar palabras con la espesura, por ejemplo, de un pincel lleno de la densidad y textura de un óleo e incluso, nos habla en verso con la musicalidad acrílica de los colores que erigen su libro. Así, es posible encontrar diversas analogías de la poesía de Ángel Carlos con el arte plástico, tanto que bien podríamos calificarla de heterocroma o polícroma, lo mismo que de intensa densidad vital, donde lo testimonial linda con lo erótico y lo crítico con lo metafísico, lo plástico con lo retórico:
El silencio grave, ve lo intenso de la luz,
lo tenso del azul casi rompiéndose,
hasta estallar en astilladas voces,
en una viva y breve sucesión de sensaciones.
Test ético o espejo estético de lo testimonial, y también esfera del ser dirigida a la sesera de la testa, testifico que Ángel Carlos con este tremendo Para no más evita la intimidad del soliloquio romántico o la común rotación del propio y embellecedor discurso emocional para legarnos, en cambio, una lección hecha arte, un testamento poético desde el más colectivo yo, el de la imprescindible poesía verdadera, esa que habla por, desde y para un nosotros, es decir, para cualquiera, haciéndola más cercana, más humana hoguera:
Voces salen de sí y musitan música
para los otros, los rotos, los comunes
en caminos marginales o táctiles,
aún con sus causas heridas, sus caudas en caos,
con corazones huyendo
hacia la salvedad de la belleza […]
En Para no más de Ángel Carlos Sánchez se cumple lo que escribió el citado poeta alemán Gottfried Benn y que hace de la poesía del artista acapulqueño una esencial y humana “palabra y no parloteo”: “la poesía moderna, la poesía absoluta, es la poesía sin fe, la poesía sin esperanza, la poesía que no se dirige a nadie, una poesía de palabras que van montadas en sí mismas para fascinar”:
Apartar del medio el miedo,
la desesperanza, el polvo viejo
y regresar, darse a la simpleza […]
Fascinación y asombro, paradoja y maravilla escritas con sangre y sabia saliva, este libro de Ángel no evitará el hambre, la miseria o el dolor, pero nos alivia a todos del tedio permanente y de nuestro incesto con el odio por vía de la leve liviandad de su humana y terrestre sencillez, de su arte ético: sí, así de simple, mente, querido lector.
Tapachula de Córdova y Ordóñez, Soconusco, Centroamérica, 27 de abril de 2017
Carlos Sánchez, Ángel. Para no más. Editorial La Boruca, Ciudad de México, México, 36 p., 2017.