(Yajalón, Chiapas 1979). Licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la UNACH. Ha publicado los poemarios Laberintos, Donde termina el país de las maravillas, De corazones y cardiopatías, Bitácora del capitán Francisco de Ulloa y Evocación de la infancia. Parte de su obra está antologada en Tratado Mesoamericano de Libre Poética: Ecos Náhuatl Honduras-México Tomo 1, Un manojo de lirios para el retorno, 8º Carruaje de Pájaros, Plexoamérica. Poesía y gráfica Chiapas-Chile, Universo poético de Chiapas y La piedra del fuego. Ha colaborado con poemas sueltos en revistas y periódicos de circulación local, nacional e internacional. Escribe la columna de opinión “Código Nucú”, es director de la plataforma de noticias CoyatocNews y Delegado en Chiapas del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa. Su obra ha merecido el Premio Nacional de Poesía Timón de Plata 2014, el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa 2017, el Premio Municipal de Poesía Juegos Florales San Marcos Tuxtla 2019 y el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2019. Actualmente cursa la carrera en Ciencias Políticas y Administración Pública.
LA CASA QUE FUIMOS
Mi abuelo construye la casa desde el sueño.
Acarrea troncos
y cerca con púas la media hectárea
que el padre de mi abuela le heredó antes de morir.
Los adobes son de arcilla del cerro.
Las chozas apenas rozan los aleros.
El humo del fogón es la respiración del mediodía
donde la abuela prepara tortillas
y los tíos muelen café o maíz para el pinole.
Mamá alimenta patos y gallinas.
Barre el polvo.
La huerta es el serpear del viento donde reposa el estridular de los grillos.
_*_
El abuelo parte de madrugada con medicamentos para los tseltales.
Cada tarde vuelve sobre sus pasos.
Se quita la camisa.
En una vasija se lava la cara.
Sirve café de una olla humeando y busca en la radio una estación con marimba.
Antes de sentarse llena una cubeta con maíz resquebrajado.
Se lava las manos.
En la mesa da gracias a Dios:
bendice los frijoles, las tortillas, la carne y las verduras,
para luego pedir por los desamparados, los sin techo,
los que observa morir en su camino.
Antes de las cuatro, salen a repartir el pan:
mi madre lleva de la mano a su hermanito.
Las calles son un lamento que apenas acaricia el pasto con los dedos.
_*_
El abuelo se tiende en la hamaca bajo los naranjos.
Desde ahí puede ver las nubes.
Con la Biblia en la mano repite el cantar de Job.
Una y otra vez repite:
««Desnudo salí del seno de mi madre,
desnudo allá retornaré.
Yahveh dio, Yahveh quitó:
¡Sea bendito el nombre de Yahveh!»»
y llora.
_*_
Los sábados, el abuelo se queda en casa:
corta la maleza, poda los rosales y cosecha los frutos.
Por las tardes, desde una piedra azul observa el mundo y fuma.
Los tíos y mi madre se arremolinan:
comen gajos de naranja
mientras la abuela zurce calcetines con una aguja negra
por la que apenas pasa un hilo verde olivo.
_*_
Cuando estaba en el vientre de mi madre nos corrieron.
Nos arrojaron lejos.
Mi padre no pudo agarrar nada.
Mamá guardó comida antes que el fuego consumiera la casa.
Nos expulsaron.
Mataron a la perra y sus cachorros.
Se llevaron la yegua y los caballos,
las gallinas, los patos.
Lo recuerdo, no sé.
Mi padre se tragó el coraje.
Se quedó con la rabia entre los puños.
No volvimos.
_*_
La tarde cayéndose a pedazos
nombra el vacío que se agolpa en el pecho de todos.
El abuelo mira al horizonte
como si las llamas que consumen la casa aún le quemaran los ojos.
La casa era de adobe, recuerda el abuelo.
Los postes cubrían las enredaderas con bugambilias de colores:
una larga hilera, con más de media cuadra,
se pierde bajo la sombra de los árboles.
Su cimiento es rústico; sus bases de piedra azul
que cargaron desde el río tres muchachos desplazados por el hambre.
Sólo la cocina es de tablas.
En ella, los leños son un clamor constante.
_*_
Cuando empezaron a construirla, recuerda mi madre,
el abuelo ordenó que las zapatas fueran grandes y hondas
para que nadie pudiera demolerla.
Los hombres ponían las bases:
con picos y palas se enterraban bajo la arcilla.
La abuela
……………no terminaba de limpiar,
…………………………más nunca se quejó de su destino.