Perlas de rosario
Ángeles caídos con las alas atrofiadas por la
impotencia. A ciegas, sin saberlo, buscan con el pico
sus infernales orígenes.
Condenadas por su cobardía a la superficie, llevan en
su carne, carne de gallina, el castigo.
Antonio Deltoro
Al amanecer las gallinas permanecen calladas.
El canto del gallo es su grito,
su silencio no guardado.
Ellas destierran la muerte,
la cargan nerviosas en sus alas.
Cualquier movimiento de gato
o de rama impasible en su árbol
les destroza el vuelo
aún incierto en sus alas.
Los niños saben que las gallinas ríen toda la noche,
pero nunca las han visto reír
porque no saben que son ellos los que ríen en el sueño.
Cada gallina es un cosmos desterrado por el universo.
Por eso andan desesperadas picoteando la tierra
en busca de estrellas perdidas.
Cuando una gallina es degollada
se diluye en sangre la muerte del mundo
el sol se detiene un instante para contemplar
la muerte del mundo que en sangre se diluye.
Las gallinas son perlas andantes del rosario,
pedazos de nube derrumbadas por el cielo.
Ellas andan por territorio de corral
girando el mundo con su pico.
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Resurrección
Al tercer día de crucificado
un cuervo devolvió a Cristo
sus ojos
.
Vampiro
1
Paloma divina
del otro dios
2
Águila nocturna
con horizonte invertido
.
Pulpo
Tanta posibilidad de abrazos
y siempre solo en un rincón del mar.
Llave de vida
I have a key
so I open the door and walk in.
It is dark and I walk in.
It is darker and I walk in.
Mark Strand
La vida es una llave oscura.
La llave abre la oscuridad de la vida.
La oscuridad es una llave para salir de la vida.
Todos abrimos la puerta con una llave oscura.
La llave oscura no abre ventanas.
Las ventanas no tienen oscuridad.
La oscuridad es una ventana para morir.
Pero todos entramos a lo más oscuro.
Lo oscuro es para todos,
es la claridad que nos abre puertas.
La claridad es oscura,
abre puertas sin llaves.
La llave es una ventana
donde miramos puertas cerradas.
La puerta es una llave para mirar ventanas.
La ventana es una puerta oscura.
La puerta oscura es nuestra ventana.
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Fruto inútil
Este árbol es inútil.
Su sombra no sirve a los banqueros,
su madera no construye enormes edificios,
sus pájaros no vuelan a la altura de los satélites,
sus raíces no extraen petróleo,
su follaje no se puede enlatar.
Este árbol es inútil.
Destruye la dignidad de las banquetas,
desbasura el paisaje de concreto,
reinventa el amor a las parejas,
es castillo de sueños para los niños
y sus fantasías de tripulantes.
Este árbol es inútil.
En él siembro mi mirada
y soy su fruto que se pudre.
Este hombre es inútil.
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Coleccionista de sombras
A don José, el de Todos los nombres
Los coleccionistas andan por la vida
en su intento constante de ordenar el mundo.
Los hay que gustan de hojas de árboles,
estampillas postales, llaveros, monedas,
jarrones antiguos, pelos de gato, miniaturas,
cartas nunca enviadas, corcholatas con futbolistas,
rosarios, piedras de río, alas de mosca.
Ellos andan por todos los rincones de la ciudad.
Se les mira conversar con extraños,
forman asociaciones para discutir,
intercambiar y presumirse sus cosas, entendibles
sólo para el mundo que han construido.
El coleccionista es un desesperado
en busca de algo que siempre le falta;
siente que si no lo encuentra
el mundo se dispersará
y todo volverá al principio.
Todos deberíamos ser coleccionistas.
No importa el objeto, si es de este mundo
o del otro.
Yo elijo desde este momento
coleccionar sombras de árboles.
Las guardaré en la memoria todos los días.
Si alguien piensa derribar uno
hábleme con urgencia. Estaré puntual
para recoger su sombra.
Prometo sembrarla en otro árbol,
darle un pájaro, una raíz
y agua de lluvia que algún poeta me regale.
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Cristo a sus 21
¿Dónde andará ese Cristo a los 21?
Gonzalo Rojas
Cristo a sus 21 llegó a mi casa un día
con una botella de tinto y un poco de pan casero.
Dejó su bicicleta junto a la mía.
Se quitó sus sandalias, me dio un abrazo.
Se sentó como quien se sienta a mirar un sueño que se aleja.
Me miró lentamente, muy lentamente.
Alzó su palabra, siempre con un tono quedo,
y me dijo:
Allá afuera se respira sangre,
polvo lleno de polvo, pólvora llena de muerte,
cocaína que huele a sangre, y sangre que huele a incendio.
Abrió la botella de tinto. La bebió.
No me ofreció un trago siquiera.
Cristo a sus 21 estaba en mi casa.
Miró mi librero con calma. Hojeó discretamente
muchos libros de poesía.
Después de un tiempo, volvió a sentarse.
Me miró lentamente, como quien mira un pájaro
deshojarse en su vuelo.
Volvió a beber de su tinto.
Esta vez me ofreció un trago.
Ese tinto sabía a dolor.
Cristo a sus 21
miró una foto de una muchacha
que alguna vez fue mi novia.
Me volvió a mirar
como quien mira a un niño llorar.
Cristo a sus 21 se fue de mi casa.
Me dio un abrazo.
Lloramos juntos los dos, un poco nomás.
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México
Mi país es un paisaje que Dios contempla
asombrado, asombrado siempre
de tanta sangre que corre como un río
que miramos creyendo que es
un río hermoso de azul transparencia.
Mi país es un silencio a todas voces dicho
entre tanta inmundicia que miramos en instantes,
instantes que creemos sublimes.
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Marsella 80
Que lejos hay que ir
para encontrar la llave
de nuestra propia casa.
Jorge Fernández Granados
Gracias, padre, madre,
por la casa de mis primeros,
únicos, veinte años y sus días,
por sus cuatro pisos que guardaban
la raíz del cielo, por las escaleras
donde jugaba la distancia
y por la covacha y sus secretos.
Gracias, hermanos y mascotas
por jugar conmigo a ser niño
y su costumbre, por compartir
la azotea y su infinito,
por enseñarme a volar ojos en tierra
y a caminar en un pie.
Gracias ciudad, enemiga del sueño,
por esa casa que me cobijó en su vientre
y me nombró su hijo, cimiento único
y habitante vitalicio de sus ventanas.
Gracias casa por tu puerta de aire,
por tu abrazo de muro y tus rincones,
porque supiste guardar mis juegos
y sus llaves.
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Trinchera urbana
Con Arturo Suárez y su Diaria conspiración
Los árboles, aturdidos, callan para escuchar
lo que de sí no entendemos de la ciudad.
Los habitantes deambulan con su mirada
de horarios y prisas enfrascadas
en vasos llenos de polvo triste.
En otras partes del mundo, la guerra
destruye la voz de los niños
y la transparente plegaria de los ancianos.
En otras partes del mundo, la avaricia
de uno o treinta y tres gobernantes llena las calles
de escultural inmundicia. Títeres
aplauden con las manos llenas de basura
y cocaína limpia, diáfana, placentera.
Aquí callamos. La otra parte del mundo
nos aturde. Mejor respirar el gris fresco
de nuestra cotidiana vida. Rezar, sí, cada domingo,
12 en punto, limosna en mano, sermón.
Amanecer con el horario a punto,
con el reloj checador tatuado en las pupilas,
sí al decir de todo jefe de oficina,
silenciarnos en nuestro silencio,
trabajar de 9 a 5. Salir. Amurallarse en una pantalla
de televisión o en el vientre con cesárea
de una computadora.
Beber hasta perder nuestra urbana inocencia.
Dormir los sueños de quien no quiere soñar.
Viajar en el sueño, viaje VTP,
despertar, ir al banco, pagar el viaje.
Otra vez. La misma rutina.
La ciudad, circo sin carpa, sigue en su decir
lo que de sí no entendemos.
Somos tantos que nos confundimos
al mirarnos al espejo: él es yo
que en su decir es otro que no sabe
que él ya no es el otro que en su mismidad
eras tú en soledad del yo.
Siudad, sí, Siudad,
no la Ciudad bien escrita y pulcra que aprendimos
en la lenta lejanía de la infancia. No, Siudad,
Sicaria, Siniestra, Silenciada,
Sicalíptica, Sicótica, Sicofanta,
Sidosa, Siempretiesa, Sierva,
Sifilítica, Sigilosa, Signífera,
Silbatina, Silicótica, Simbiótica,
Símica, Simplona, Simuladora,
Sinárquica, Sindical, Sincopada,
Sincrética, Sintomática, Sinuosa,
Sinventura,
Sirvienta,
Sisadora,
Sísmica,
Sitiada.
ciudad que corre entre cemento
habitantes que corren entre prisas
árboles que corren en su muerte verde
historia que corre entre olvidos
poesía que en silencio corre.
Ciudad, palabra que edifica
lo que ahora destruimos.
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Estampas sin mar
I
En la ciudad hay calles
con multitud de palmeras
Uno tiene que inventarse el mar
II
Mi ciudad tiene sólo una calle
donde es posible recorrer
el mundo
III
Los ciegos de la ciudad
atrapan con sus ojos
sueños que olvidamos al despertar
.
El río
Mi padre lleva en sus manos
papalotes de agua
Un cielo en sus ojos
me descubre
Le arrojo un río
En la cara le escurren
gotas de noche
Cobija el sueño en mis ojos
Arroja un barco
………………me devuelve el río
.
Niña en trenza
Imagino tener una hija
que pasa los días anudando el viento con trenza.
La veo arremedando con sus ojos
los colores del arcoíris
y trepándose en un columpio
con la luna entre los brazos.
Ella es como una niña cualquiera:
llora cuando la noche se inunda en su mirada,
ríe cuando un sueño le rasca la imaginación,
está sola como yo sin ella en este momento.
Imagino tener una hija
que me cuenta de los días que no existen,
de las tortugas que vuelan en el mar,
de aquel poema que no puedo escribir.
Esa hija me invade la memoria,
pasea por mi sangre,
grita por la existencia.
Guadalajara, Jalisco, 1967. Poeta y editor. Estudió la licenciatura de Ciencias de la Comunicación en el ITESO y la maestría de Literaturas del Siglo XX en la Universidad de Guadalajara. Fue subdirector de la revista Trashumancia y formó parte del consejo editorial de las revistas Luvina, Reverso y del diario Milenio Jalisco. Es autor de Animalías(1994), Telescopios de papel (1996), Por demás la lluvia (1996), Ciudad a cuatro ríos(1999), Si la pausa (2008), Patio exterior (2008), Marpa (2014), Respirar sombra (2019). Actualmente trabaja en la Editorial Universitaria de la Universidad de Guadalajara, coordina el taller de poesía de la SOGEM y dirige la editorial La Zonámbula.