El país con más hablantes de la lengua de Shakespeare, y el segundo país con más hablantes de la lengua de Cervantes, es Estados Unidos. Y estos idiomas no se dan la espalda: se comunican, se alimentan sin perder su identidad, y acaso definiéndola. Viven no solamente en las mismas ciudades y las mismas calles, sino que viven, muchas veces, dentro del alma y la mente de la misma persona: ninguno de los dos va a desaparecer jamás. Sin embargo, es el español el idioma que vive al mismo tiempo dentro y fuera de su casa, lo cual dota su literatura de un sabor complejo, entre afirmación y saudade.
No es exagerado decir que cada literatura hispanoamericana tiene varios de sus representantes actuales más importantes escribiendo en Estados Unidos, ni que muchos de los estudios literarios más influyentes en la academia literaria en lengua española igualmente se escriben en territorio americano. Por ello, es natural que los nombres y relatos que componen Diáspora: narrativa breve en español de Estados Unidos, libro editado y prologado por Gerardo Cárdenas y publicado por la editorial Vaso Roto —sello que ha dado ya muchas muestras de calidad no solamente en su catálogo, sino en el formato físico de sus ediciones, siempre bellas— se encuentre lleno de cuentos y autores de muy alta factura.
El título de la antología nos dice que los relatos han sido escritos en español de estados unidos, y eso quiere decir en puertorriqueño, peruano, mexicano, boliviano, cubano, salvadoreño, colombiano, argentino, venezolano, dominicano, español de España, polaco (hay en el libro un autor polaco, Stanislaw Jaroszek, que escribe en español) y sencillamente español que no se esfuerza en tener marcas regionales, sino calidad literaria: el español de Estados Unidos es todos los modos del idioma, porque sus autores comparten espacio literario y vital con otros que, si bien no son de su país, igualmente viven la sensación de ser extranjero en casa, tan común en los inmigrantes.
Si Estados Unidos es el sitio en el que todas las maneras del español se juntan y conviven sin confundirse ni desaparecer, este libro es una buena muestra de todas las cosas que pasan al mismo tiempo dentro de cada una de nuestras literaturas nacionales, y dentro de la literatura hispana escrita en ese/este país: Cristina Rivera Garza, Edmundo Paz Soldán, Ana Merino, Rey Emmanuel Andújar y Jennifer Thorndike, por decir algunos de los 25 autores reunidos, son al mismo tiempo parte de sus respectivas literaturas nacionales y de esta literatura hispana transnacional que es escribir en español en territorio americano.
Diáspora abre con un prólogo de Gerardo Cárdenas (quien igualmente aparece como cuentista con una pieza cruda y bella titulada Narciso) en el que, hablando de la situación vital y literaria de los autores, dice:
La existencia del origen común, esto es, la latinidad, no necesariamente implica una comunidad creativa. Hay una relativa sincronía temática: la búsqueda de identidad desde la otredad de no ser anglosajón/blanco/europeo. Pero ¿conlleva esta una unidad estilística y formal? No necesariamente: si en el primer momento hablamos de escritores ya nacidos en los Estados Unidos, formados en inglés, o profundamente asimilados al mainstream, en el segundo momento encontramos una comunidad en la trashumancia: los autores son, en muchos casos aún migrantes y, cuando ya no lo son, han hecho una apuesta consciente por una lengua específica.
(…)
La presente antología se centra en el segundo momento: la emergencia de una literatura propia, en español, de autores que viven en Estados Unidos, independientemente de si son migrantes, residentes o ciudadanos; catedráticos de universidades norteamericanas, profesionales de otros ramos o alumnos de los talleres de escritura en español que poco a poco van creciendo en el país.
De modo que Diáspora presenta autores de distintas nacionalidades y también de distintas edades, sexos y ocupaciones, relacionados por la negación: la expresión del no-ser que significa asumir la identidad propia en Estados Unidos.
Sin embargo, algunos temas comunes pueden verse en los cuentos: la vida de los migrantes ilegales y pobres (lo cuentos de Mario Brescia, Xánath Carraza y Martivón Galindo pueden servir de ejemplo), la constante depresión solitaria que muchas veces es la vida del estudiante doctoral (consúltense los textos de Liliana Colanzi y Jennifer Thorndike), y la irrupción en el mundo de otros modos de realidad que colindan con, o encarnan, la literatura fantástica o cuando menos misteriosa (en los cuentos de Teresa Dovalpage, Cristina Rivera Garza). Por supuesto, no son estos tres temas los únicos que aparecen en un libro hecho de voces y circunstancias tan distintas. Brenda Lozano, por ejemplo, nos entrega un cuento magnífico titulado Elefantes, que no encaja en ninguna de las categorías que antes he descrito, y que merece mucho la pena leerse.
Puede decirse mucho de lo difícil que es para los escritores hispanos radicados en Estados Unidos formar parte activa de la vida literaria de sus países de origen, y del modo en que es necesario crear lectores de literatura en lengua española en un país que alberga tantos hablantes sin posibilidad, ni tiempo, ni interés de acercarse a la lectura. Toda esta complejidad esto merece no solamente un comentario sino libros, congresos, pláticas y acciones concretas. Sin que todo eso sea posible ahora, pretendo solamente comentar y recomendar un libro que me ha parecido sumamente valioso, porque muestra que el presente de la literatura en español en estados unidos y el de la literatura en español, en general, son el mismo.
No quiero terminar de escribir sin decir claramente que, en los tiempos políticos que corren ahora mismo en Estados Unidos, un libro como Diásporases un acto de resistencia, puesto que existir en español y elevar el idioma a la categoría de literatura es necesario para defender la identidad de quienes pensamos y sentimos en ese idioma. Diáspora: narrativa breve en español de estados unidos es una buena noticia, y hay que celebrarla.